Editorial 583 - Graduación en la vida
- Cuerpo Editorial
- 5 jul
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Amados hermanos nuestros, que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.
En estos días en México se tiene tradición de terminar el ciclo escolar y, quienes ya concluyeron su formación escolar primaria, secundaria o bachillerato implica un momento de felicidad, logro, satisfacción y orgullo, pues da posibilidad de acceder al siguiente nivel de formación educativa.
La familia se reúne, las mejores galas salen del armario para ser lucidas con mucha intención de demostrar que nuestro ser querido graduado se sienta respaldado por su entorno familiar, rodeado de sus amigos y personal docente a cargo del evento.
La fiesta fulgura en todo su esplendor, pues la misión acaba. El ciclo en ese nivel culmina pues ya nada más hay que hacer. El objetivo se logró y mirar atrás es solamente para decir adiós.
Inundan de buenos deseos, regalos, recuerdos, premios y permisiones por concluir según el acuerdo el esfuerzo académico puesto en práctica.
Nuevas aventuras y vida esperan adelante, a partir del siguiente día…
En la vida de la iglesia, en Cristo Jesús, Señor nuestro, es lo mismo, pero mucho mejor. Cuando nacemos en la fe, se vienen vientos de oportunidades, lluvias de emociones, alegría en el cielo, bendiciones de lo Alto, gozo indescriptible para el nuevo proyecto.
Conforme avanzamos a la estatura del varón perfecto, surgen muchos cambios de nivel, así como en la escuela.
Espiritualmente renunciamos a vivir como antes por convicción y porque sabemos que urgía un cambio de vida. Ya no nos daba llenura ni paz. Poco a poco, aprendemos a observar como Dios quiere que veamos todo: nuestra conciencia, el yo; nuestras relaciones interpersonales, nuestra comunicación y confianza con el Padre y con nuestro Señor Jesús, el testimonio nuestro.
Después, leyendo el nuevo pacto a la luz del evangelio, descubrimos la esencia de la Verdad y del Verdadero, nos edificamos en sabiduría, doctrina y conocimiento que se transforma en ciencia espiritual que nos guía a saber qué hacer, a donde ir y qué decir.
En las prácticas de laboratorio, educación física y artes, el intelecto, la fortaleza, la paciencia y la estrategia son amoldados en pruebas de fe, amor, disciplina, dominio propio, santidad, humildad y resiliencia. El Espíritu Santo forja nuestro carácter y afirma la fe.
Después, comenzamos a enseñar, a explicar, a ejemplificar y recitar versos y cantos más confiadamente. Los jóvenes atienden al sonido de la voz. Nuestro mover y hablar es Cristo y no tenemos otro propósito más que vivir para él.
En la siguiente instancia, comenzamos a delegar responsabilidades, espirituales y seculares. Sabemos que nuestro tiempo de graduación se acerca y es impostergable. En la conciencia y en el alma recibimos invitación.
Se llegan el día y la hora y nos preparamos, nos ataviamos entre gozosos y nerviosos porque se viene un nuevo porvenir. Vamos pues y cambiamos de nivel, cruzamos la puerta de entrada y llegamos al paraíso, donde según el esfuerzo y obra en el nivel que llamamos vida también recibiremos regalos prontamente por parte de nuestro Padre. Él está más que dichoso que terminamos nuestra formación viviendo según como nuestro Maestro nos enseñó, pero mientras somos consolados y convertidos a lo que nos depara la eternidad, en el cielo o tierra nueva. Bendito sea el nombre de nuestro Padre en el nombre del Señor Jesús, amén.
Que el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos, amén.
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