El oficio de Jesús como reclutador de talentos.
- Cuerpo Editorial

- 4 oct
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Amados hermanos nuestros, que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.
Leamos el evangelio según la revelación dada en Marcos 1:16-20 para tener contexto:
16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y dejando luego sus redes, le siguieron. 19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
Nuestro Señor Jesucristo, vino en carne a llevar la salvación, como fue prometido hace muchos siglos por el Padre desde los tiempos en que fue liberado Israel de su operación. En esta condición no tuvo peros ni tampoco excusas para andar como nosotros. La escritura menciona que el anduvo recorriendo algunos caminos hasta llegar al mar buscando a quienes a la postre serían sus apóstoles. Él ya sabía por el Espíritu donde hallarlos, pero debía llegar a ellos en las condiciones necesarias para que quedara la señal hecha enseñanza hacia nosotros los postreros.
Cuando el Señor toma gente para sí a su servicio de evangelismo o apostolado, lo hace mientras está ocupada trabajando con sus manos devotamente y sin vacilación. Recordemos que quien es fiel en lo poco también lo será en lo abundante; así que, fue y busco vasos dignos donde iniciar la etapa de la iglesia. No busca holgazanes ni mentirosos, simuladores o hipócritas, aduladores y huecos.
Busca almas nobles, entregadas, vacías para el mundo, pero llenas de amor, fe y obediencias que agradan al Cordero. Almas dispuestas a ser talladas, pulidas, transformadas a causa del Padre, quien las proporciona de los dones, talentos y habilidades en pro de la fe.
Luego que confiesan a Jesucristo como el Hijo de Dios con todo su cuerpo, alma y mente, entonces por el Espíritu se fortalecen las virtudes y se erradican progresivamente los defectos y errores. Nuestro Señor Jesús llamó a dos pescadores para que lo que hacían en la carne lo hicieran en lo espiritual.
Estos dos hombres, con el tiempo y preparados por el Espíritu a su tiempo, pusieron todo su ser de andar por donde les fue mostrado y atrapar a raudales almas para Cristo, nuestro Señor, Salvador y Maestro.
Recoger la mies, atrapar de lo que el Padre provea es labor de todos en la forma en que fuimos llamados y somos constituidos en lo particular.
También llamó a dos remendadores de redes, que dejaron padre y madre para unirse al propósito espiritual, a la causa divina, al plan celestial. Estos deberán prepararse y dejar muestras de amor, conocimiento y poder de discernimiento en las cosas importantes.
Al dejar todo, sellaron su destino al ser nombrados, junto con su progenitor Zebedeo quien de buena gana permitió que partiesen con ese forastero de palabra imponente. El Señor Jesús nunca adivinó ni probó suerte a ver sí convencía a alguien: él ya sabía a quiénes ir y llamar. Corazones fuertes, vivos y llenos de toda bondad, latieron para servir a Su Señor, haciendo lo que sabían hacer: atrapar almas del océano de posibilidades unos y otros dando la red de comunicación, mensaje y libertad nunca antes vistas.
Así nuestro Señor captó y trajo consigo a los primeros talentos provistos por su Padre y redimir el tiempo. Así empezó la iglesia, como una gracia dispensada de lo Alto.
Que la paz, gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados lectores, amén.




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