top of page

La incredulidad de Tomás.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 24 ene 2015
  • 4 Min. de lectura

Amados míos, paz y gracia de Jesucristo en sus espíritus, salud en sus vidas, amén. Como saben, el espíritu del mundo se ha apoderado de cuantas mentes y corazones ha podido a través de estratagemas, vanidades y mentiras creadas por el diablo para entretenerles en todo lo que no conviene para su salvación. Pero ustedes, que se han guardado, rueguen al Buen Pastor, nuestro Señor Jesús, no les deje sin el alimento espiritual no adulterado que requerimos para seguir fieles y firmes en la roca que es Cristo Jesús.


Hay muchos que dicen seguir el camino de la palabra, más no con hechos y no hablo de los muertos, sino de los que se presumen vivos. He visto que el falso espíritu israelita mora en muchos corazones pensando que volviendo al pasado encontrarán el buen futuro por todos anhelado, pero al hacer esto traen a la mente la incredulidad cruel de Tomás que, cuando habiendo visto y oído que Jesús fue muerto y de su misma voz escuchó oyó que habría de resucitar al tercer día, no le creyó sino que dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.


Y a la verdad, era necesario pasase, en parte para testimonio de que tenemos más y mejor gracia que ellos los contemporáneos de Jesús, pero también como una alerta para que entre nosotros también hay quienes no creen del todo. A éstos, les falta fe, deben mejorarla porque de otro modo se detendrán y no podrán seguir caminando. Porque Tomás tuvo su reprimenda de parte del mismo Cristo al pedirle que hiciera lo que juró, ¿pero los de ahora? Al tener más y mejor gracia, somos responsables de mantenerla y aún más hacerla crecer con nuestro testimonio.


La incredulidad, amados míos, no es buena. Debemos pues, ser fuertes y creer y esperar en todas las promesas escritas en la escritura: cuando nuestras pruebas, afanes y faltas nos agobien al extremo, debemos recurrir a nuestro Salvador para que nos salve, a nuestro Buen Pastor para que nos pastoree, a nuestro Señor para que nos dirija, a nuestro hermano mayor para que nos de el ejemplo, al Obispo de nuestras almas para que interceda por nosotros ante el Padre amoroso, por medio del Espíritu Santo.


Porque ciertamente no es agradable a Dios tengamos ese espíritu de Tomás, la incredulidad, porque no podemos volver al pasado, no podemos exigir pruebas de su Señorío como condicionando nuestra presencia en Su presencia, no podemos ver con estos ojos físicos lo que él ya ha hecho de antemano porque de ese modo ¿para qué seguirle si no se cree? Pues los ateos le niegan, confirmando que existe con su negación; los religiosos le emulan, haciendo todo por consejo del enemigo para desprestigiar la fe; los apóstatas le conocen y por eso mismo tergiversan lo que les exhibe para encubrirse y seguir con sus fechorías; la misma creación da testimonio de su Creador cuando le alaba de la manera en que son todas las criaturas vivientes; los mismos hermanos que se han entregado por amor a Cristo y cambian radicalmente para testimonio de Su nombre ¿Qué más pruebas se pueden pedir que no están ya dadas?


Pero el que quiera seguir en su ceguera, que lo haga, porque es menester que el Señor sane a esos ciegos para que vean y a los incrédulos para que crean. E insisto, no hablo de los muertos, sino de los que dicen estar vivos. Y de hecho, Jesucristo mismo da testimonio de sí mismo en nuestras vidas en lo individual en el transcurso de nuestras vidas en alguna ocasión, por amor a nosotros y por nuestra humana debilidad él puede hablarnos, sentirle cerca de nosotros en lo espiritual, para lo cual es preciso tener fe y la carne se estremece ante semejante contacto espiritual. Y yo doy testimonio de semejante presencia, en mi vida he sentido Su presencia durante mi niñez cuando estuve en enfermedad, en cama y cuando tuvimos mi familia y un servidor una prueba de fe enorme que implicaba nuestras vidas, finalmente cuando fui bautizado en el nombre del Señor Jesucristo aquélla tarde.


No sé cuántas veces o de qué manera sucede, pero lo que si es claro, es que el Señor se goza en sus hijos, y Cristo se alegra cuando confiamos, creemos, esperamos y nos guardamos lo más posible. No se puede especificar, pero sí disfrutar cuando en momentos de apremio, disfrutas de su salvación. Dejemos pues, que el Padre y el Hijo habiten en nuestra casa, con nosotros, para que el Espíritu fluya mejor y esa comunión sea ininterrumpida que a pesar de nuestras debilidades, Dios reconstruya nuestra casa de adentro hacia afuera para testimonio a los que no creen.


No hay que imitar a los incrédulos, deben convencerse ellos mismos de su error. Las promesas ya están declaradas, son como artículos no perecederos en estantes en nuestra tienda favorita, es solamente cuestión de tomarlos para nosotros mismos y no dejar de disfrutarlos jamás, el que tenga oído, oiga lo que Espíritu dice a la iglesia. La paz de nuestro Señor Jesús sobreabunde en sus espíritus, Amén.

Comments


Si tiene alguna duda, sugerencia o comentario, no dude en ponerse en contacto con nosotros al siguiente correo: lasanadoctrina2014@gmail.com

 2024 Buenas Nuevas, Mty. Mx.

bottom of page