Editorial 46
- Cuerpo Editorial
- 21 feb 2015
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Los hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo conocimos la verdad que Jesucristo es el Hijo de Dios. Por el acto misericordioso de Dios, el Espíritu nos enseña que el Señor Jesús es el enviado de nuestro Padre y en él desenvolvemos nuestras actividades diarias, en el cual el ya preparó de antemano, todo ha sido hecho y no debemos temer nada solo vivir en fe, esperanza y amor. Es temerario vivir sin la anuencia de nuestro Señor Jesús, pastor de la iglesia, todo lo tenemos que hacer en su nombre y pedirle sabiduría e inteligencia ya no podemos confiar en nuestras fuerzas, habilidades, destrezas o conocimientos, solo en el poder de su nombre.
Aun cuando el Padre nos ha dado dones y frutos del Espíritu Santo, es necesario ejercer toda provisión física y mental para nuestros quehaceres cotidianos. El fin de nuestra existencia en esta vida terrenal, no es ser superior a los demás, sino obedientes a la palabra del Señor Jesucristo, con la sabiduría e inteligencia de nuestros actos en el conocimiento de que toda obra ya fue hecha y su destino está gobernado por Dios, este es el testimonio ante los hombres de nuestro paso por este mundo. Sabemos que somos reflejo o sombra de lo que ha de venir y esperamos la promesa de la vida eterna que será nuestra morada única anhelada por nuestra alma.
Qué difícil es ver a los hombres que se desenvuelven en ateísmo, religión u organizaciones humanas y no consideran el futuro que les depara, todo esto lo realiza el enemigo de Dios quien en el transcurso de los siglos de existencia del hombre, con argucias y engaños los desvía de la voluntad de Dios y los hace creer que ellos son autónomos e independientes de fabricar el futuro después de su existencia. La diferencia de su estancia en este mundo es que le da un interés desmedido en buscar respuestas a la mejor convivencia humana, olvidando que sin Dios no puede lograr, el hombre sin Dios hace las peores atrocidades inimaginables, su mente la revoluciona en el mal el enemigo lo hace cometer atrocidades y actos sanguinarios y culpa a Dios de toda situación negativa en el mundo.
Los hombres son inteligentes por Dios quien lo proveyó de una mente semejante a la de él, de ahí que constituye siempre una pugna con su Creador en lugar de deberle una sujeción, la mente del mal la alimenta el diablo quien utiliza la mente como su propio taller para fabricar toda clase de maldad, los hombres que se dicen ser buenos producen actos a los ojos de los hombres nobles y bondadosos pero en su interior encubre grandes maquinaciones diabólicas en contra de los mismos seres humanos, la guerra, la enfermedad, la pobreza, la ignorancia, la idolatría, la marginación, la desigualdad es producto del hombre sin Dios o de un conocimiento de Dios erróneo.
El hombre quien no tiene a Cristo es un alma que su destino es la perdición eterna, el hombre que tiene el conocimiento en Jesucristo pero se desenvuelve lejos de su palabra, es un mal testimonio en su servicio a Dios y hace inútil su vocación de servir. Los hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo, están en constante oración por todos los hombres que los rodean para su salvación, y emergen en el reino espiritual como siervos fieles y con la mirada bien puesta en el autor y consumador de la fe: Jesucristo. Amén
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