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Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 21 feb 2015
  • 3 Min. de lectura

Palabras dichas por el Señor Jesucristo, Salvador y Maestro de aquellos que hemos creído en su nombre y que reconocemos que es el Hijo de Dios y entendemos que en la lectura del nuevo pacto encontramos testimonio de su amor, misericordia y poder para ayudar a los que acuden a él. El Espíritu nos ha enseñado que el Señor Jesús escucha la voz de aquellos que clamen a él, el no desecha a nadie, si alguien invoca su nombre en cualquier lugar, situación, condición espiritual que se encuentre él está presto para escucharlo, atenderlo y servirlo, tan grande es su misericordia por la creación de Dios, con mayor razón lo hará por su iglesia que la provee de todo lo necesario espiritualmente primero y luego de lo físico para atestiguar al mundo que somos sus embajadores en la tierra.


En el libro de Lucas 17:11-19 se encuentra el siguiente pasaje 11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo! Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, 16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.


La lepra ha sido erradicada en el mundo y no hay un vestigio que podríamos compararla con un mal de la actualidad, de ahí que hay cierta displicencia para comprender este hecho. Algunos podrían compararlo con el sida para ver su aterrador daño y pánico que causa. Lo cierto es que esa enfermedad desprestigiaba y desagradable, quien la padecía era aislado y era confinada a vivir en ciertos lugares alejado de la vida social. El poder de Dios liberó de esa enfermedad a diez y solo uno volvió, el cual era samaritano y no procedía que fuera a la clase sacerdotal y se volvió a Jesucristo.


Para el Padre no hay problema imposible, solo quiere escuchar el nombre de su Hijo amado en toda petición o súplica y será hecho. En el pasaje descrito comprueba que el Señor Jesús no desecha a nadie y reconoce a los que agradecen de todo corazón.


Todas las naciones gentiles éramos extranjeras en el pacto que Dios tenía con los judíos, ahora somos parte de su propósito y plan para salvación y reconocemos su amor; ese samaritano nos representa en agradecerle a Dios la gran oportunidad de conocer al Señor Jesús así que glorifiquemos siempre su nombre y oigamos sus palabras en nuestra mente y corazón: Tu fe te ha salvado.


Y es que la fe resulta ser indispensable. Una fe con el corazón, de corazón, para Dios, que es Espíritu y no cosa visible. El supremo Ser Celestial que de habitar en su gran gloria prefiere hacer morada en nosotros, en nuestros corazones. ¿Quién es capaz de habitar en millones de corazones a la vez sino sólo Él? ¿Quién sólo espera le llamemos para que sea pronto en darnos respuesta cual amoroso Padre sino Dios?


Y así como ese samaritano solitario no tenía a quién más recurrir sino a Aquél que le sanó y además le salvó debemos nosotros seguir el ejemplo, pues una vez con lepra eras muerto en vida, ahora sin ella fue revivido por causa del Señor Jesús y su amor y seguramente aquél hombre fue uno de los muchos fervientes seguidores del Hijo del Hombre durante su estancia aquí.


¡Qué cosa más hermosa que el Señor nos levante y nos anime a vivir! Que nos muestre el camino precioso de salvación eterna, no tiene precio. Amén.

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