Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.

Esta palabra del Señor Jesús fue dicha a los judíos y no es para la iglesia. El testimonio de los hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo es de obediencia a su palabra, amor fraternal, vivir en y por fe. Pero hay algo también que nos ha otorgado a través de su Espíritu: el poder de Dios en ti. El poder está en nosotros, por cuanto retenemos el testimonio de la palabra.

¿Quién retiene el nombre de su Hijo Jesucristo en nuestro tiempo? ¿Quién vive como Jesucristo y los apóstoles despegados de las cosas del mundo? ¿Qué espera en el futuro la iglesia de Dios? ¿Quién vive las promesas del Señor Jesús en el nuevo pacto? No estamos para dar señales o hacer prodigios, estamos para manifestar el poder de Dios en el nombre del Señor Jesucristo o por obra del Espíritu Santo en nosotros.

En el evangelio de Juan 4:46-54 se lee 46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. 47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. 48 Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. 49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. 50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. 52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. 53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. 54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

El que escribe este tema durante su larga vida en el Señor Jesús ha vivido grandes manifestaciones y prodigios del Señor Jesucristo y recurre siempre a quien le solicita mediante una oración algún asunto determinado, invocando el nombre del Señor Jesús el solicitante de la oración. No hay intermediario alguno: es Jesucristo y quien invoca. La oración es directa en el caso de los grandes milagros. Es común ver la intercesión de padres o madres sobre hijos, amos sobre sus esclavos o directamente. Hay algunos que no están obedeciendo la palabra y se vuelven intermediarios. Lo más sano es la intercesión directa y su solicitud es importante mostrarla a Dios por medio de Jesucristo, durante el ministerio del Señor Jesucristo la gente o el pueblo iba a él, hoy ya no está físicamente pero espiritualmente está presto a oírte. Hay algunos hermanos consagrados en la obediencia a la palabra del Señor Jesucristo quien cuenta con grandes ministerios y dones de sanidad, de ciencia en los cuales los creyentes y no creyentes pueden solicitar su intercesión o sanarlos directamente por el poder del Espíritu Santo.

La vida de la iglesia es práctica y sencilla, nada de imitaciones conforme al mundo, el poder es de Dios y tiene que manifestarse solamente en poder. Si volvemos a leer los anteriores versículos no hay gritos, largas oraciones, gestos teatrales realizados por algunos para impresionar a los incautos. Solo podemos describir palabras suaves, actitud confiada, acto de fe, confirmación de hechos y búsqueda de respuesta.

Buscó y halló

Creyó y se confirmó su petición

El resultado: creyó él con toda su casa.

Hasta este momento el evangelista cuenta las dos señales que hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

Para nuestros tiempos actuales ésta palabra recubre la frescura de que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. El mundo se desvive en un mercantilismo puro en las sanidades, han dejado de creer porque las congregaciones ya no predican a Jesucristo. Ahora todo está en manos del maligno. ¡Gracias SeñorJesús porque tú estas con la iglesia hasta el fin de los siglos! Amén.