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Fruto de labios que confiesen su nombre

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 20 feb 2016
  • 5 Min. de lectura

La anterior frase está escrita también en el capítulo 13 de la carta a los Hebreos, mencionar a Jesucristo con nuestros labios, sacrificamos alabanza al Padre y a su Hijo el Señor Jesucristo, es importante mencionarlo por la gran trascendencia que tiene en el hombre invocar su nombre o confesarlo. Invocarlo para solicitarle alguna petición, confesarlo para salvación.


El Espíritu es el que te guía a decir Jesucristo, -gloria de hombres no recibo- exclamó Jesucristo, es solamente por el Espíritu de Dios y este parámetro te hace ver más, el Padre se goza de la alabanza en el nombre de Jesucristo, la gracia y comunión con el Hijo realiza el fruto de labios que sale de la boca de los hijos de Dios.


No hay oración más perfecta al Padre que oír a sus hijos invocar el nombre de Jesucristo, no hay tiempo y espacio que detenga la acción de pedir o agradecer, de reconocer o de alabar el nombre de nuestro Señor Jesús. El Espíritu nos hace recordar en Efesios 5: 20 "dar gracias siempre, por todas las cosas a Dios el Padre".


Cualquier situación es buena para invocar su nombre y si lo hace en conjunto corporativamente sucede una gran obediencia y resultado de la conjunción de acuerdos de voluntades, el Padre está presto, Él desea que menciones el nombre de Jesús, sus oídos están cerca de ti para expresarte lo que desees de Él, el nombre de Jesucristo ha sido dado para alabar el nombre de Dios. Decida alabar a Dios en cualquier situación, a pesar de cuán difícil sea y Dios le aparejará una puerta de liberación para usted.


Transcribo literalmente los versículos Hebreos 13:12-16 12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; 14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. 15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. 16 Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.


Si leemos el versículo 12 Jesucristo hizo una obra maravillosa de padecer en la cruz: obedeció a Dios al Padre y Dios lo exaltó sobre todo nombre: lo que hay en los cielos y lo que hay en la tierra y lo hizo sentarse a la diestra de él.


En los dos versículos siguientes hay una obra que debemos hacer nosotros: creer en su sacrificio, llevar el vituperio por causa de su nombre y recordarnos que este es el mundo prometido para el pueblo hebreo, pues se confirma la eternidad y no la promesa terrenal, al llevar el pueblo judío la maldición de sus padres les ha ocasionado grandes dolores en el mundo. Pero un hebreo convertido a Jesucristo es llevar vituperio en su pueblo y en el mundo.


Los hijos de Dios que provenimos del mundo gentil, nos ha costado llevar el nombre de Jesucristo ante el mundo también, pero nuestra enseñanza es que la ciudad que heredaremos no tiene comparación con lo que está en la tierra.


El versículo 15 es la forma de invocar el nombre de aquel que nos enseña la obediencia al Padre, que por el simple hecho de que lo pongamos en nuestros labios, el reconocimiento de su Hijo nos familiariza con el Padre. Jesucristo es el nombre dado a los hombres y es el único nombre que reconoce Dios para interceder, los demás nombres son palabras tiradas al aire y no son oídas.


Oh amigo(a) lector(a) habrá usted leído otro nombre para agradar a Dios escrito en la biblia, usted sabe que otro nombre es engaño y falso. Dios nos escucha por el nombre de Jesucristo. Y una comparación de obra que requiere fe es vivir y aplicar el versículo 16 Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. De ahí que lo escrito en la carta de Santiago se confirma “la fe sin obras es muerta”.


Haz el bien a todos con lo que está a tu alcance, practica la ayuda mutua, con los hermanos en la fe, ayudémonos mutuamente y estamos sacrificando alabanza a nuestro Padre y estamos en la total obediencia a su voluntad. Dios es nuestro Padre, no le digas Señor y Dios, Él envió a su Hijo Jesucristo a que en estos tiempos él ha querido ser un Padre para nosotros.


Y parte de hacer el bien, es hacer ver al prójimo que Dios está en búsqueda de sus hijos, para tener a tooda su familia espiritual a su alcance, puesto que su Hijo, el heredero de todo, está próximo a regresar por su novia, y desea que ninguno falte a sus bodas. Es por eso que el verdadero evangelio no es el que te condena al infierno, sino el que te da la evidencia que tú eres parte de los hijos invitados a las Bodas del Cordero ante la complacencia del Padre, nuestro Unico y Sabio Dios.


Es por eso que debemos ayudarnos mutuamente, para darnos aliento unos a otros, el que ayuda debe consolar al ayudado, y el ayudado agradecer la demostración de fe hacia su persona mediante oración y ofrecerse en lo que pueda ser útil a quien le ayuda de igual manera. Porque en esto se goza Dios. ¿O qué nación en esta tierra ha basado su existencia en pleitos o guerras o cada quien yendo para su lado? Ninguna. Y las que hicieren así, son consumidas y desaparecidas, puesto que la unidad fortalece y la división es asesina silenciosa.


Así mismo nosotros en la fe, por amor y en obediencia a lo solicitado por nuestro Padre, no debemos de dejar de invocar al Señor Jesús en nuestra vida diaria: por ejemplo, al levantarnos de la cama, al vestirnos, ingerir alimentos, en el trayecto al trabajo o escuela, en cualquier momento de reposo en nuestra rutina diaria, en situaciones de estrés, tomar siesta, regresar a casa, salir de paseo, visitar familiares o amistades, hermanos en la fe, etcétera. Demasiados momentos que podemos mantener vigente la comunicación espiritual con lo Alto, palabras sencillas, son las que propician la meditación en Él y es de la manera que le damos la preeminencia en todo.


No es lo difícil, pero lo hacemos difícil al caer en las trampas de los afanes diarios. Pero nuestro Padre siempre está ahí, sólo esperando le obdeszcamos siguiendo su consejo de amor: invocarle por medio de Jesucristo. Y con ese fruto de labios que confiesan su nombre, no nos desamparará ni nos dejará a la deriva. Amén.

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