Odres nuevos
- Cuerpo Editorial
- 15 abr 2016
- 4 Min. de lectura

Transcribiré el pasaje bíblico de Marcos 3:18 al 22 para una mayor comprensión de la interpretación de su palabra.
18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
En el versículo 18 se comprende que había tres clases de discípulos:
Discípulos de Juan
Discípulos de los fariseos
Discípulos de Jesús
La pregunta central del tema consiste en la práctica del ayuno para los dos grupos discípulos y la libertad de los terceros (los de Jesús).
Los fariseos representaban al desgastado clero judío y seguían la ley, los discípulos de Juan seguían la renunciación de Juan el Bautista, éste era sabio y cumplía con la ley para que no lo sorprendiese el clero en alguna falta a la ley, su formación y duración iba a ser corta, el solo era un mensajero para anunciar el nuevo tiempo en la vida del Señor Jesús.
Jesucristo contesta siempre en sabiduría y anuncia la cualidad de sus seguidores y su distinción que hace con los que creen en su nombre, la libertad forma parte de la esencia de Dios en sus hijos, explícitamente anuncia que sus discípulos y su cuerpo de creyentes, no se sujetan a designios humanos religiosos sino en su fe en él, esto basta y sobra para gozar en la libertad. En los cuatro evangelios, el Señor Jesús menciona las grandes promesas de vida a los creyentes de su nombre: es su cuerpo, es su novia, es su iglesia, es su madre, es su redil, es su familia. Son de su esencia y ha ofrecido en promesa que no se perderá ninguno.
Cuando no este físicamente, enviará el Espíritu Santo a morar en nosotros a guardarnos solamente en Cristo, estará su cuerpo en libertad de practicar el ayuno. (Ver Blog anterior El ayuno).
Continúa en el versículo 21 y da una muestra de su sabiduría con dos analogías, no son parábolas, son verdaderos ejemplos reales para entender con nuestro pobre entendimiento.
Remiendo de paño nuevo en vestido viejo, ejemplo para féminas no todos los remiendos funcionan, no es lo correcto, ni lo mejor visto, ni lo deseable, el vestido debe ser nuevo sin parches, lo viejo es caduco y ya no es agradable, cumplió su función y no se puede volver atrás.
No hay que volver atrás para ver a los judíos; la ley y los profetas ya cumplieron su objetivo, ahora es Jesucristo quien te ofrece las mejores galas para presentarte a él, él es el que te reviste ante la presencia del Padre. A los practicantes de religiones hay que dejarles, es torpe e insensato estar en esos lugares, la iglesia de Jesucristo es la única y verdadera iglesia, las demás religiones son imitaciones falsas, vístete de la fe, del amor y de la esperanza en Jesucristo.
En el versículo 22 culmina la diferencia del nuevo ser que transforma tu vida, el vino nuevo se echa en odres nuevos; de otra manera el vino nuevo rompe el odre, y el vino se derrama, y los odres se pierden.
El odre es el recipiente. El recipiente somos todos los seres humanos, en el trayecto de nuestra vida hemos sido llenados de vino adulterado, e insano, al venir Jesucristo a nuestra vida, hay una transformación en nosotros para contener su sabiduría, no se trata de un cambio de personalidad, carácter, temperamento, habilidades, solamente empieza a obrar la fe en nuestro vivir y el Espíritu Santo inicia haciendo la obra en nosotros, esa es la combinación perfecta. Jesucristo llena nuestra vida y con ello, ya somos los odres nuevos que demanda nuestro Señor. Antes de llegar a esta conclusión hay una seria advertencia al lector de la presente analogía: si el vino se derrama y no lo contienes, los odres se pierden.
La razón por la cual los odres debían cambiarse es por la acción química de corrosión que el vino, al ser un líquido de ph bajo (ácido), con el paso del tiempo corroe las fibras del cuero de los odres (contenedores de vino antes de las barricas actuales) y es por eso que a cierto tiempo debían desecharse. El odre viejo sólo podría tener un vino viejo, ya muy añejo pues el nuevo debe reposar y madurarse a expensas del odre.
En el capítulo 9 de Mateo en el versículo 17 hay una promesa verdadera en cuanto está escrito: pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente. En Jesucristo estamos completos. En el capítulo 5 de Lucas en el versículo 39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor. El mundo declara que el vino añejo es mejor (lo tradicional, lo de siempre, lo antiguo); pero el vino nuevo es Jesucristo, la sangre de Cristo que se derramó en el sacrifico en su muerte: Dios le dio el poder de limpiar, lavar y purificar de todo pecado a los que creen. (Ver blog anterior El sacrifico de la cruz y la sangre derramada en su muerte).
Todos pensamos en que lo pasado fue mejor, ahora en Jesucristo la nueva vida comienza, es un destino en el cual la victoria está asegurada y esto, si es lo mejor. Amén
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