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Vosotros sois la sal de la tierra

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 6 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

La sal es un compuesto químico llamado cloruro de sodio, vital para la alimentación humana. Sus componentes son esenciales para la nutrición y condimento base en toda las cocinas del mundo.


Jesucristo demanda a los creyentes de su nombre dar el sabor espiritual en nuestras vida para sazonar al mundo, seguir a Jesucristo es ir en contra del mundo, en contra de las religiones, en contra del enemigo de Dios. La sal sirve para sazonar, dar sabor a la comida, y es un elemento escencial en la mesa para ingerir alimentos.


El propósito de Dios es que el mundo deguste el testimonio de los hijos de Dios en el cumplimiento de su palabra por el fruto del Espíritu Santo en la fe, en la esperanza y en el amor. Sólo el Espíritu de Dios en nuestro interior es el que se manifiesta en la vida de los santos (apartados de Dios) y si vive en la carne y en los distractores del mundo se corre un gran riesgo profético en sus vidas y la continuación del versículo que escogimos como título: pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.


Los hombres de este mundo se burlarán y harán escarnio de tu pobre testimonio.


En el capitulo de Lucas 14:34-35 se encuentra escrito:

34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.


Esta referencia es al pueblo judío, la sal que en otros tiempos les había otrogado el Padre; con el tiempo y los desvíos a su palabra fueron dejando insípida y fuera de un contexto de dar sabor en el mundo al mezclarse con el mundo y parecerse más a ellos que a seguidores del único y gran sabio Dios.


Triste profecía que se cumpliría al dar muerte al Señor Jesús. El pueblo judío fue echado fuera, su religión ni es practicada en la actualidad por más de la mitad de su pueblo.


Seamos sal y demos testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios. El que tiene oídos para oír, oiga. Amén.

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