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La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 28 ene 2017
  • 6 Min. de lectura

El evangelio de Juan constituye un legado de lecciones con un alto contenido de grandes misterios. Es el último evangelio porque se pueden leer misterios profundos sobre el plan de Dios para salvación del hombre, difiere de los otros tres evangelios porque mantiene una estrecha comunión con la sabiduría de Dios, de comprender parámetros espirituales más altos en la vida espiritual, de entender los misterios y del nuevo linaje al que hemos sido llamados y otras más que enumeraremos en siguientes temas. Al final del tema transcribiré del capítulo 1 de Juan los primeros 18 versículos.


En este tema abordaremos la buena nueva del evangelio de Jesucristo. Y el plan de Dios al enviarlo para redimir al hombre y mostrar el inicio de su reino en el universo. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este versículo da entender el linaje divino del cual procedía el Señor Jesús, él está desde la fundación del mundo, él estaba en Dios y el tiene el origen del Padre, Jesucristo no era ni un profeta o maestro como los demás, él estaba en el Padre desde la fundación del mundo.


Hay una comparación en estos versículos al señalar que Jesucristo era una luz, cosa contraria al enemigo de Dios que se quedó con las tinieblas. Los judíos, aunque conocían la palabra del Señor no quisieron aplicarla, ni entenderla. El enemigo de Dios cegó sus ojos y hasta ahora la religión judaica sigue igual, no reconocen el linaje de Jesucristo, su religión es igual de desechada por Dios como las demás religiones que se practican en el mundo.


Los judíos se comportan infantilmente al agenciarse una elección desde lo Alto para salvación desde siempre, antes de Abraham no había pueblo judío, había hombres sirvientes y obedientes a Dios. El tiempo de los judíos se da por Abraham quien era del pueblo Ur de los caldeos y lo urge a salir a cumplir con el plan de redimir al mundo a través del testimonio de un pueblo. La simiente está puesta: judíos e iglesia habrán de testificar de la bondad de Dios sobre los hombres.


Es hasta la aparición de Moisés que el pueblo israelita se manifiesta en identidad y en pueblo, ese pueblo estuvo bajo el dominio de Egipto y Dios lo preparó para salir bajo sus mandamientos. Lo corrobora Moisés al entregarles una ley, al leer el antiguo pacto vemos que dentro del pueblo judío hubo aún detractores que no quisieron obedecer la voluntad de Dios, siglos de paciencia y de no retener el testimonio de su gran Dios a través de grandes manifestaciones suyas, sólo hubo pequeños remanentes que se conservaron fieles al Señor. El transcurrir de la vida judaica fuera de la voluntad de Dios hizo que la profecía del Padre se llegase a cumplir y todo inicia con el nacimiento de Juan el bautista y el Padre lo escoge como mensajero de su Hijo. Así estaba escrito y así debía de suceder.


Jesus representaba la luz verdadera para guiar al hombre, no era Juan, no es ningún hombre: es Jesús el que había salido de Dios, el que vino a salvar al hombre: En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; al creer que Jesucristo es el Hijo de Dios te da la potestad de ser hijos de Dios: solamente en su fe de creer te otorga el nuevo linaje en el mundo. Sigue en el versículo 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Una gran verdad que se vive en el día a día siguiendo en obediencia la palabra de Jesucristo.


Porque los de Israel eran hijos de Abraham: era genealogía de sangre. Y La voluntad en la carne se hace todo lo contrario a Dios. Las promesas para los creyentes de Jesucristo son directas en el Espíritu. Un profeta judío les enseñó lo que quería Dios de su pueblo: haced justicia, haced misericordia y ser humildes ante Dios y ¿qué hicieron ellos? Vestidos largos, largas oraciones, salutaciones públicas, amadores de sí mismos, sacrificios y rituales buscando la gloria de los hombres. Los hijos de Dios hemos sido llamados en sencillez y en práctica constante de humildad, de servicio y de amor. Te debe quedar claro las religiones cometen el mismo pecado de la religión judaica.


Los hijos de Dios debemos vivir en paz, en libertad y en la verdad con la gracia del Señor Jesús. El evangelio de Juan es inspirado por el Espíritu Santo y te ofrece una claridad en la comprensión de su divinidad, Juan el bautista sabía que él no iba a predicar el evangelio de la verdad, él era el mensajero que iba a predicar a Jesucristo, el comprendió que Jesús era el cumplimiento de la profecía y que su misión consistía en pregonar que el amor de Dios se hacia una vez realidad al enviar a su Hijo Jesús.


En los versículos de este capítulo está escrito 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.


16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

Esta es una promesa de grandes proporciones a los que creemos en él: no solo recibimos la salvación y la vida eterna sino que además somos provistos de su Espíritu Santo que mora en nosotros para conducirnos en sabiduría, poder, amor y un cambio total en la vida de los creyentes. Ya no nos movemos a tontas y locas como las religiones del mundo en persistir en sus necedades litúrgicas y vanas creencias de Dios. Estas son reprobadas y alejadas del Padre y del Señor Jesucristo.


Amigo lector ¿Te das cuenta de las características de un servidor de Jesucristo: renunciación, reconocimiento solamente de servir, vivir en santidad (apartarse del mundo), el conocimiento de conocer su mensaje y predicarla íntegramente? Juan el bautista era hijo de un sacerdote judío, tenía linaje de la tribu de Leví y sin embargo, dejó todo para anunciar al Señor Jesucristo como el Hijo de Dios que tiene la gracia y la verdad. Sí amigo, la verdad del verdadero y concluye en el versículo 18 con una gran manifestación de poder sobre nosotros: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.


Si tú quieres invocar al Padre sólo debes nombrar a Jesucristo, la verdad procede de Dios y la labor de Jesucristo es dar a conocer la voluntad del Padre. Hoy por el Espíritu Santo sabemos que el Señor Jesús está a la diestra del Padre y él es nuestro intercesor. No hay otro medio, ni instrumento, ni sacrificio, ni figura humana que pueda hacer o ser esta labor. Jesucristo es el Hijo de Dios. Amén.


Juan 1:1-18 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. 6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.



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