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Editorial 155

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 25 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

La paz del Señor Jesucristo en vuestro espíritu.


Un parámetro para medir la ignorancia superficial que tienen los teólogos religiosos es discutir o debatir en situaciones que ya están sopesadas por el Espíritu. Desde años atrás hasta ahora en nuestros días, los nuevos creyentes eran enseñados por sus pastores en mencionar a Dios como “Jehová”, aunque proveniente la gran mayoría del catolicismo, les gustaba ese incipiente atisbo al judaísmo y dejar lo que se les había dicho que el nombre de Dios correspondía al de Yahvé y lo consideraban de suma importancia. Parafraseando al Señor Jesús les hubiera dicho: erráis al discutir sobre esa situación. Siempre en pugna por cosas que si leyeran la palabra de Jesucristo estarían en la verdad y no hicieran debates sin sentido.


Ahora el nombre que ha sido revelado por su Hijo Jesucristo es el de “Padre”: en ninguna parte de la escritura del nuevo testamento valida el nombre de Jehová y Yahvé y es la manifestación de amor más sublime que hace Dios al hombre (parte de su creación) que le llame Padre y, al llamarlo Padre, nos hace sus hijos por creer la palabra del Señor Jesucristo. En esta sencillez es en la cual se mueve la iglesia de Jesucristo en la tierra, creyendo que Jesucristo es el Hijo de Dios como roca de salvación. Hay que dejar atrás el judaísmo y poniendo la vista en el Señor Jesucristo (no en el pueblo de Israel).


Leer el nuevo testamento constituye un deleite de amor del Padre para con los creyentes en Jesucristo, describe en los evangelios el propósito de la misión de enviar a su Hijo Jesucristo a salvar a su pueblo (los judíos) y que viéramos su paciencia para con este pueblo rebelde. Envió a su Hijo a dar a conocer su nuevo nombre para con los hombres “Padre” a formar un cuerpo para su Hijo cabeza de la iglesia, vino a enterrar a las religiones para vivir en una libertad plena y enseñar el nuevo Espíritu que habría de venir para cumplir en obediencia a su palabra.


Vino a demostrarle a los judíos que él es el que impone con majestad sus designios y vino a salvar el mundo occidental constituido por el latinismo y el griego a través de un nuevo pensamiento y lenguaje hasta ahora reinante, vino a prevenirnos de las argucias de satanás al levantar el monstruo religioso de confusión más impresionante que el mundo haya conocido. En los evangelios hay lecciones que tienen especial enseñanza para los creyentes de estas generaciones postreras.


Los evangelios narran y describen con preciso lenguaje espiritual sus revelaciones e interpretaciones a su ministerio y obra para dar testimonio de que Jesucristo es el enviado de Dios para redimirnos del pecado y darnos la salvación y la vida eterna. Su venida y la descripción de su ministerio hace posible el sostener los demás libros de este glorioso apartado. Quienes hayan tenido por gracia ser salvos reconocen que este es el tiempo de la gracia, del amor y la misericordia antes de que venga el deterioro espiritual del mundo engañado por satanás.


Tienes qué decidir si seguir la fiel doctrina del Señor Jesucristo o hacerte partícipe del destino a los que en su arrogancia no se atrevieron a tener fe en el Hijo de Dios: Jesucristo. Amén.


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