¡He aquí vuestro Rey!
- Cuerpo Editorial
- 17 jun 2017
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¡Qué tremendas palabras dijo una autoridad inconversa al pueblo judío! Pilatos, aunque no era judío, entendía algo de la ley judaica como autoridad. Tenía qué conocer a la religión judaica para no cometer ningún error que ofendiera al pueblo judío y eventualmente saber lidiar con ellos. Pilatos al ser romano era idólatra, (recuerden que los romanos copiaron las deidades de los griegos y los multiplicaron) y algo que hacían los romanos era respetar las religiones de los pueblos conquistados, para intentar preservar la paz de éstos.
Volviendo a nuestro tópico, Pilatos no hallaba delito en el preso (Jesús), la turba judía azuzada por los clérigos judíos, hacía todo lo posible para matar a Jesús de Nazaret, (para los que judaízan deténganse de hacerlo). El aparentar seguir los libros de Deuteronomio, Éxodo, Números etc., no salvó a los judíos y tampoco los hizo detenerse. Los libros antes mencionados fueron escritos por Moisés según la ordenanza de Dios; luego Jesucristo es el Hijo de su Dios ¿y no le creyeron y no le aceptaron? ¿De qué les sirvió entonces su religión? ¿Por qué no aceptó a Jesús el pueblo judío? Porque la religión judía también fracasó en servir y obedecer a Dios. Hasta el momento los judíos son un pueblo castigado por su propia maldición y permanecen en su religión fuera de la presencia de Dios.
En los primeros versículos del capítulo 19 de Juan se relata cómo Pilatos desea liberar a Jesús, sin embargo, el pueblo judío gritaba: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Jesús tuvo la oportunidad de contestar a Pilato todas sus interrogantes y éste hubiese creído. No lo hizo. El silencio de Jesús lo ponía en la cruz y al ponerlo, la iglesia entraba en el plan de salvación de nuestro Padre. Por eso, Jesús no contestó e hizo todo lo necesario para evadir su inocencia humana.
Cabe destacar los versículos de Juan 19:10-11, 14 y 15:
10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?
11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
Lo que enmarca para los hijos de Dios que toda autoridad es puesta por Dios, TODA, y cuando escribimos toda es toda. La autoridad viene de parte de Dios y ninguno que se llame ser de los hijos de Dios por la fe en Jesucristo, puede burlarse, desobedecer o atacar a las autoridades. De lo contrario judaizarán y sabrán lo que es estar fuera de la voluntad de Dios.
14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!
15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.
Ese testimonio proviene de los líderes clericales judaicos, rechazar a Dios y a su Hijo. Sabían las escrituras y aun así las rechazaron. Hoy en día denominaciones y sectas conocen el nuevo testamento (la palabra de Jesucristo) y lo rechazan y se refugian en el antiguo y ya está crucificado Jesucristo, si no, lo volverían a crucificar. Ahora persiguen a los santos a lo que retienen el testimonio de Jesucristo como Hijo de Dios, no hay cabida para la iglesia de Jesucristo y se olvidan de las promesas del Señor Jesucristo.
Tiempo después, todo vestigio de Israel como nación quedó destruido… Primero, el lienzo del templo rasgado justo en la muerte de Cristo. Del mismo modo que desdeñaron a su Hijo, matándolo, Dios aborreció todo contacto con esa nación ahora pagana y mostró su rompimiento con ellos descubriendo el vacío del templo. Ya no será jamás su casa donde Él habite. Después, hizo pagar caro su atrevimiento de elegir a César, haciéndoles morir por su mano 40 años después y cumpliendo las profecías de Jesús respecto al motivo de su orgullo, el templo y la religión.
El Señor Jesús ha prometido no perder a nadie de los que el Padre le envió, esta palabra es vigente hasta su venida. Aquél que se pierde es porque era un ladrón salteador, el Espíritu Santo no lo tocó, no obedeció la palabra del Señor, era un advenedizo que quiso juntarse con la iglesia, mas su corazón estaba lejos del Señor Jesús. Vuélvanse a Jesucristo y dejen de judaizar, llámenle a Dios, Padre, y no Jehová, porque ha sido la voluntad del Dios, el Creador de los cielos y la tierra y de todo lo que existe. Y esta palabra la dijo Jesucristo al referirse a Dios como Padre y así tenemos que invocarle: ¡Padre! Amén.
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