Editorial 192
- Cuerpo Editorial
- 10 dic 2017
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La paz del Señor Jesucristo en vuestro espíritu.
Hacemos un atento llamado de parte del Señor Jesucristo a que experimentes el llamado de congregarte en su nombre en tu casa, en una perfecta voluntad y obediencia a su palabra. Los templos edificados hechos por manos de hombres constituyen parte de un engaño del mundo inspirado por el enemigo de Dios.
En esos lugares no hay nada de nuestro Padre ni del Señor Jesucristo como tampoco son inspirados por el Espíritu Santo. En cambio, es una gigantesca contaminación espiritual que te aleja de la verdad. Nosotros somos los templos del Espíritu Santo, albergamos en nuestro corazón el reino de Dios, y nuestro movimiento se hace en testimoniar que el Espíritu Santo mora ahora en nosotros.
No dejes que esos que buscan su gloria te den la basura que tienen. Su teología es bastarda y sus enredos filosóficos manifiestan la mentira en ellos, pues en ellos no está Jesucristo. No te llenes de esoterismo, materialismo, comunismo, religiosidad, consumismo, moda, escándalo, moralidades, etc., aléjate de los distractores que te apartan de Dios. Jesucristo es el Hijo de Dios que vino a redimirte y a ponerte en paz con el Padre. Experimenta la salvación con toda su vida espiritual de amor. Lo más agradable a Dios es que escuches, leas la palabra del Señor Jesucristo y medites lo que el Señor quiere para ti y conozcas el propósito de tu vida para la eternidad.
Congregarte en su nombre te pone en la misma presencia del Señor Jesús y del Padre y eso hace que en toda tu vida moren en tu corazón y si ellos moran contigo ¿quién contra ti? Todo está en tu corazón y el reino expande su extensión en todo lo que piensas, haces, dices, vas o emprendas.
Las reuniones en la casa bajo el orden del Espíritu Santo está en tu decisión de llevarlas a cabo. La palabra está hecha para, por y en ti, el nuevo testamento te invita a formar parte de la expresión local de tu entorno, no desoigas ni desatiendas lo que está guardado para tí desde antes de la fundación del mundo. Ya los lugares de adoración no están condicionados a templos o localizaciones geográficas sino al lugar donde tú moras.
Y tú moras en tu cuerpo primeramente y luego en tu casa, con tu familia. Tus vecinos forman parte de tu entorno familiar. Esa es la función de nuestra vida espiritual: dar testimonio que en la reunión de los justos, de los santos, de los hermanos, de las ovejas del Señor Jesús, de los miembros del cuerpo, el Señor Jesús se apacienta, se enseñorea, se vuelve la cabeza de la congregación y por ende dirige tu vida y la de los tuyos.
Porque ¿Si ya una vez Dios determinó “una casa física” donde moró por cierto tiempo, de qué sirvió? Porque lo hizo a causa de la necia petición de un rey guerrero suyo de hacerle una casa y por amor cedió. Luego su hijo Salomón la edificó pero, con el tiempo, el enemigo astutamente engañó a este pueblo que no entendió que Dios jamás pidió un templo sino que el mismo hombre, a través de David, lo ofreció. Lo que hizo fue que el pueblo idolatrara lo que es la vista, el templo, la edificación hecha por el hombre y ahora vimos que para el hombre, no para Dios. De aquí podemos entender por qué Dios ahora aborrece los templos.
Dios abandonó esa edificación y tiempo después la destruyó como confirmación que ÉL jamás podra ser contenido en algo hecho por el hombre, sino en el algo hecho por ÉL (Nosotros) y el templo que ÉL quiere morar es nuestro corazón, que sea el lugar de su reposo dentro de nosotros. Con el sello de la sangre de Jesucristo, que limpia esta casa de una vez por todas, y con la habitación del Espíritu Santo (el decorador de interiores), es como la Deidad viene y toma posesión de esta casa que la hace su templo, y así lo ha hecho con quien escribe, así lo hará con todos los que crean que Jesucristo es el Hijo de Dios. Lo hace su hogar y a cambio, por darle entrada y cobijo y refugio, ÉL te concederá lo mismo en la eternidad.
Tu hogar se vuelve una gran fortaleza cubierta del poder de Dios. El congregarte de esa forma te hace ver a Jesucristo todos los días y tendrás el sostén para hacer frente a las adversidades que el enemigo te prepare… Pero recuerda: tu victoria está asegurada y saldrás más que vencedor del mundo. Amén.
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