Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
- Cuerpo Editorial
- 4 mar 2018
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Para los que saben de la fe, el título es una espectacular sentencia digna de enmarcarse, encontrada en Romanos 8:4. Es Dios quien tiene la potestad de perdonar y no ver los pecados de los hombres en ellos. El condenó el pecado en la carne y la carne al morir se convertirá en ceniza y la ceniza en nada. Es Dios soberano del perdón, Jesucristo increpó su condenación a los judíos religiosos por pervertir al pueblo judío. El pecado no debe enseñorearse de tu vida, aunque el propósito de Dios fue que no tuviera conciencia del bien y el mal, ahora en Cristo todas las cosas suceden para bien. De los errores y debilidades aprendemos, ¿cómo se puede ayudar a un enfermo sino sé sabe nada de su enfermedad?
Los hipócritas religiosos de corazón son los que ponen barrotes en las mentes de los feligreses para encarcelarlos en el Espíritu y mantenerlos siempre a su disposición. Creer en Jesucristo es la obra del Señor para el hombre, y si crees te es contado por justicia. Esta justificación es para ti, no procede de ti sino del Señor.
Abraham tuvo fe y luego se circuncidó en cumplimiento de un pacto, con promesa y sin ley. Los judíos pasaron de Egipto a la gran ciudad de Jerusalén ya con una ley, pero tenían el sello de la promesa, la circuncisión, pero sin templo ni rey. No atendieron a los profetas y no atendieron al Hijo de Dios. El Hijo de Dios vino a buscar a los suyos más éstos lo rechazaron. Solamente los discípulos lo siguieron y un remanente pequeño creyó en los tiempos y señales de Dios.
Los apóstoles esperaron la venida del Espíritu Santo, publicaron la doctrina del Señor Jesucristo, fueron a los gentiles, impusieron manos a los nuevos creyentes, atendieron las cosas espirituales y se organizaron como iglesia en las localidades sustentadas por la palabra de Jesucristo. Ya no hubo ley, solo fe, gracia y amor de Dios en ellos. Bienaventurado es quien hace la voluntad de Dios y su voluntad en estos tiempos es “oíd la palabra de Jesucristo”. Amén.
Juzgue usted, amigo lector, los siguientes versículos:
1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. 6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. 9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. 11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; 12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
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