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Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 9 jun 2018
  • 2 Min. de lectura

En el capítulo quince de Romanos se describen dos clases de hermanos: Los fuertes y los débiles; los primeros son los hermanos que se han alimentado de la palabra de Cristo una y otra vez y hacen lo que está permitido en completa fe y no se están desaprobando constantemente. Su libertad asusta a los demás quienes siempre están criticando su vida llena de poder y santidad.


Los segundos son los que requieren siempre estar pegado con la figura central de la congregación, casi nunca leen la Biblia y por lo tanto se debilitan en su vida física y espiritual. No se atreven a salir de su modo de vida y empiezan a cuestionar todo y viven una religiosidad enfermiza que les impide ver la vida libre en Cristo.


Hay una regla que tenemos que acatar los fuertes y esto es: soportar las flaquezas de los débiles, debemos agradar a los débiles con la finalidad que vivan en el amor y nos hace una analogía comparativo que Cristo no se guardó a sí mismo y siempre fue objeto de los fariseos a criticarlo por todo.


Debemos ejercitar la paciencia y consolarnos leyendo el nuevo testamento para hacer menos aciaga nuestra vida por el comportamiento de los débiles. Esto nos lleva a vivir más a Cristo en nuestras vidas, por cuanto la obediencia a la palabra. Estimado lector, si tu hermano se contrista por algo que es aprobado por fe, transige con él y renúnciate: es la primera regla para transitar por el camino y obedece a lo que está escrito es la segunda regla importante en la vida de los hijos de Dios.


Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.


2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. 3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. 4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. 5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

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