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Así que, hermanos amados míos, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sa

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 28 oct 2018
  • 5 Min. de lectura

Amados fieles en la fe, a los pequeños de Dios: Gracia y amor de nuestro Señor Jesús el Poderoso Hijo de Dios reinante les sea multiplicado: Salud.


Los afanes, las tentaciones, el mundo, la carne, el pecado hacen que algunas veces nos replanteemos acerca de el Camino (no dejarlo, ciertamente; sino solo por qué sentimos que “solo nosotros” somos elegidos para pruebas) y sus circunstancias; mas lo cierto es, amados, que el obrero es digno de su salario y por tanto es necesario seamos dignos, trabajando en los asuntos del Reino. Eso, es parte de trabajar, renunciarnos, fabricar fortaleza espiritual para ganar batallas y hacer nuestra fe real y firme, tener un amor genuino y sobreabundante y la esperanza más fulgurante que opaque al mismo sol.


Y, hablando específicamente de la esperanza, iniciamos la tercera y última parte del capítulo 15 de la primera carta hacia los corintios, donde el apóstol Pablo, guiado por el Espíritu Santo establece esta virtud que el mundo NO TIENE y nosotros SÍ. Nuestra esperanza se basa que no permaneceremos para siempre en el reino de la muerte. Estaremos dormidos para luego despertar.


Sí, la carne: el cuerpo humano que desfallece, expira y se pudre, vuelve a lo que es, ser moléculas que regresan a la tierra en forma de polvo hace que el pecado y la corrupción desaparezcan al no tener más un depositario. Luego los que creímos, tenemos el sello de Jesucristo en nuestra alma que habrá sido apartada para el gran día con antelación por él, limpios y puros. Mientras nuestra estancia estará en el paraíso en lo que llega ese día de resurrección.


Luego, los que no creyeron, estará su alma infectada en el tenebroso lugar de los muertos (espirituales) la cual seguirá pudriéndose, aun después de muertos. Esa peste por no haber sido limpiados permanecerá y por tanto sufriendo constantemente y lamentándose, pero ya siendo demasiado tarde, estarán padeciendo su tormento con plena conciencia de ello, pero sin saber que su justo destino aun les aguarda.


De esa manera expone el apóstol Pablo que necesaria es la muerte del cuerpo terrenal para poder deshacernos de esa molesta cáscara exterior con el propósito de extraer el valioso grano (nuestra alma) de su interior. Explica de tres maneras:

  1. 2 tipos de carne (la del hombre y la de bestias, peces y aves)

  2. Dos tipos de cuerpos (celestiales y terrenales)

  3. La calidad de la gloria de estos dos tipos de cuerpos (celestiales y terrenales)


El Espíritu declara por boca de Pablo que hay un solo tipo de resurrección (levantamiento de entre los muertos, los que duermen); luego dos propósitos para la resurrección: redención y condenación.


PERO aquí sólo define a los que estamos en Jesucristo, los que profesamos su fe, creímos en él y dormimos en él. Entre nosotros hay clases de resurrección -y aquí es necesario ya hablar en tercera persona porque quien escribe, aunque ama al Señor Jesús no le es dada revelación acerca de su propia resurrección en cuanto a calidad se refiere- y son:

  • Los tipos de carne son el modo en que vivimos en nuestro andar: unos solo salvos, porque se dedicaron a estar siempre más atentos a lo terrenal y los que fueron salvados de último segundo. El mayor es el de hombre que son los que alcanzaron la estatura del varón perfecto.

  • Luego los celestiales y terrenales: quienes alcanzaron más y mejor testimonio serán dignos de estar cerca de la Deidad dentro del cielo nuevo y tierra nueva. Los que no, formarán parte de la población que estará en la ciudad o bien, afuera de ella.

  • Y dentro de las glorias, los que hayan generado mejores réditos, mayor galardón, mayor renunciación tendrán las mejores recompensas, loas y reconocimientos de parte de nuestro Señor Jesús.


Después, nos describe el destino de nuestras almas: cambiaremos de casa. Nos será dado un nuevo cuerpo. Cambiará nuestra imagen: de ser una terrenal, adoptaremos una celestial, conforme al Señor Jesús. Todo esto que es al día de hoy, carne y sangre no estará ni un ápice en la futura y próxima gloria.


El misterio al que nuestro amado hermano Pablo dejó escrito es este: en aquellos días, cuando se llegue el tiempo y hora de su venida segunda, habrá fieles que guarden el testimonio en vida y serán transformados inmediatamente por la acción de su poder al tiempo que los que durmamos seamos despertados y transformados, revestidos del cuerpo de gloria que nos fue prometido tras el sonido de la trompeta.


Todavía en ese tiempo profecías hechas en la antigüedad con respecto a ese tiempo serán cumplidas, siendo la muerte destruida, incapaz ya de retener almas por más tiempo. Esta victoria es un premio más que nos da el Señor Jesús (pues de liberarnos y limpiarnos del pecado y la condenación por haber creído en él mientras vivíamos, ahora nos libera de la muerte y su cárcel).


Ha parecido bien terminar con el título del tema, este versículo. Tan sencillo como es nos recuerda, amados hermanos, que nuestro trabajo no es en vano. Nuestra renunciación no es de a gratis, nuestro testimonio no es al aire y nuestra fe no es insulsa, como muchos indoctos piensan. Ponemos a continuación el fundamento bíblico que abarca desde el versículo 35 hasta el término del capítulo. Que el consuelo y la esperanza crezcan de modo exponencial en su alma, dados por el amor y promesa de nuestro amado Señor Jesús que pronto vendrá, amén.


1 Corinitios 15:35-58

34 Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para verg:uenza vuestra lo digo.

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?

36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.

37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;

38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.

40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.

44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.


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