No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nue
- Cuerpo Editorial

- 24 nov 2018
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Amados Hermanos en Cristo, que el amor y la edificación sincera en el Señor Jesucristo aumente de manera gradual pero exponencial en ustedes, amén.
El capítulo 3 de la segunda carta es la debida continuación lógica a lo que expresa el capítulo dos. Menciona nuestro amado hermano Pablo -que ya se goza en el paraíso del Señor- respecto a que ni Dios, ni Cristo ni el Espíritu Santo requieren o necesitan algo del mundo, la carne o nuestras emociones.
A saber, precisa una voluntad dispuesta a obedecer, un corazón animoso a creer, una lengua sujeta para hablar solo lo que conviene y un cuerpo que esté listo para ser puesto al servicio de Dios en sacrificio para la obra, como sea que la Deidad disponga en sus operaciones.
No piden conocimientos, doctrinas, opiniones, decisiones unilaterales, el yo, la experiencia, consejos, imposiciones, caprichos o emociones temporales. Todo esto de hecho, es estorboso, puesto que impiden el flujo vasto del Espíritu sobre el siervo. Ejemplos en toda la biblia sobran de los que pretenden “ayudar” y son disciplinados por entrometerse en los planes que el Señor ya tiene desde antes de la fundación del mismo. Se muestran tan solo algunas situaciones que reflejan esto:
Moisés. Se le encomendó hablar a la peña como acto de fe para los sedientos, insaciables y inconformes rebeldes de esta incipiente nación judía. Como acto de debilidad dejó el enojo tomase el control de su acción golpeándola en lugar de hablarle. Aunque fue señal que Cristo habría de padecer por ellos a causa de su idolatría hacia Moisés tiempo más tarde, el siervo fue disciplinado no permitiéndole entrar a la tierra, pero obviamente teniendo recompensa por su sacrificio de llevarles de Egipto a Judea.
Pedro. Este amado hermano -aunque no tenía el Espíritu Santo en la acción descrita. Hace referencia precisa cómo las emociones humanas de hecho son contrarias a Dios al reconvenir a Cristo de no padecer en la cruz (albergando el deseo egoísta de tener a Cristo siempre en la tierra para ellos mismos en detrimento de Dios, su plan y el resto de la humanidad). Su pecado fue inmediatamente reprobado por Cristo mismo, reconviniéndolo de poner la mira en las cosas de Dios, aunque sabía además que el enemigo le instigó a pensar y decir eso.
Pablo. Nuestro amado hermano y apóstol también tuvo como ser humano sus momentos de debilidad. El Señor Jesús le había mandado directamente ir a predicar a los gentiles a Roma, mas él consideró primero a su nación. Pensó en ir a adorar a Jerusalén y tuvo varias advertencias de atender lo que se le pidió. Haciendo caso omiso, tuvo que ser disciplinado siendo golpeado, arrestado, confrontado y llevado preso a su destino final: Roma.
Apolos. Este evangelista también tuvo que ser reconvenido, puesto que su prédica al principio era llevar a los creyentes al yugo de la ley, en detrimento del mensaje de libertad de Cristo. Siéndole aclarado el punto, continuó con más denuedo la obra, pues supo que ya hablaba lo que era menester.
Ananías y Safira. Estos hermanos pagaron con muy fuerte disciplina un intento en extremo temerario de mentir al Espíritu Santo. Con las cosas del Señor no se juega y había que sentar un precedente hasta hoy que terrible cosa es resistir al Señor Jesús. La disciplina es justa y necesaria si queremos mantenerlos en línea y dentro del camino.
Estos ejemplos son pilares para ver que la ley, judíos o gentiles se someten sí o sí a Jesucristo y remarca que la ley es un ministerio de muerte, por cuanto la ley solo es la base sobre la cual Dios posa su justicia para con el hombre.
Incluso, el hecho que la ley desvela la existencia del pecado, a decir del apóstol, denota la gloria de ésta puesto que muestra y demuestra la existencia del bien, la vida y la eternidad siendo Jesucristo, el cumplidor perfecto de la ley, el único que puede otorgar dichas glorias. No que la ley sea la causa o fuente de dicha gloria, sino que es Jesucristo quien la otorga al haberla cumplido durante su vida en esta tierra lo que lo hace acreedor a esta particularidad suya: ser el Salvador de la humanidad.
Y siendo la ley promulgadora de una gracia, en el Espíritu no solo se promulga, sino que se vive esta misma gracia puesto que nos libra de esa letra enjuiciadora y nos pone como discípulos, aprendices y estudiantes de aquél Maestro que, obedeciéndole en todo, cumpliremos la ley de la misma forma en que él lo hizo, escapando de una vez por todas de su influencia condenatoria.
Si en los tiempos de la ley existió gracia, bajo el arropo del Espíritu hay mucha más y mucho mejor. Y fuera del Espíritu hay nada. Tanto es así que por eso la esperanza se basa en creer fervientemente en esa promesa. Moisés -menciona por el Espíritu el apóstol Pablo- debió cubrir su rostro para evitar ser recordado en la carne como deidad. Cristo se muestra a sí mismo tal y cuál es su esencia espiritual: el Mesías para unos, el Hijo de Dios para los otros, pero Salvador y Maestro para todos. Cristo es sinónimo de libertad verdadera y total. Él se muestra para que todos le vean y le crean y sean salvos, siendo además transformados hacia nuevas criaturas en proceso de ser transformados a seres espirituales.
Pondremos a continuación el fundamento del capítulo 3 como testimonio de que guardamos su palabra. Que la gracia y sabiduría de lo Alto en Cristo Jesús, les sea añadida en abundancia, amén.
2 Corintios 3
¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?
2 Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;
3 Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;
5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios,
6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer,
8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?
9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación.
10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente.
11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.
12 Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;
13 y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido.
14 Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.
15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
16 Pero Cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.




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