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Editorial 276

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 29 jul 2019
  • 3 Min. de lectura

Resurrección de entre los muertos

La paz y gracia del Señor Jesucristo sea plena en todos ustedes amados hermanos y lectores de este blog.


La resurrección un tópico que, si bien muchas religiones y sectas lo profesan, el mundo y Satanás tergiversa y el hombre natural puede o no lo crea, lo cierto es que es y ha sido demostrado por Dios que es parte de nuestra existencia.


La ciencia se ha encargado de estudiarla, analizarla desde diferentes perspectivas para así rodear todo este misterio y poder otorgar una explicación satisfactoria y, aunque loable es totalmente infructuoso. Loable porque el conocer más fortalece el intelecto e infructuoso dado que no hay modo sostenible de representar la explicación en un modo lógico todavía.


Según la óptica de Dios es bastante simple. Dios da y quita el espíritu de vida. Preserva los cuerpos bajo su poder o bien, los vuelve a formar. Es cierto, podremos decir que en la escritura y en el nuevo pacto hay muchos mensajes literales y otros figurativos. Mas ¿quién inspiró a los escritores de las cartas epistolares, los evangelios y los hechos? ¡Exacto! ¡El Espíritu Santo que viene de Dios!


Luego, por mandato de Cristo el Espíritu revela a sus elegidos acerca de estos misterios del evangelio. El Padre también ordena al Espíritu Santo nos revele cosas de la creación a quienes piden con fe y hay propósito. No olvidemos que al caer de la gracia y ser expulsados del jardín del Edén, los seres humanos fuimos desprovistos de todo conocimiento y gracia; ahora debemos atesorarlo durante nuestra vida. Esta es otra consecuencia más de ese pecado de comer del fruto prohibido. Ser ignorantes de todo conocimiento y solo poseer el conocimiento del bien y del mal.


Debido a lo anterior, amados hermanos, es ahora que nacemos indoctos, zafios e ignorantes y por eso el deseo innato de curiosear, preguntar, experimentar, cuestionar, aprender, meditar y luego enseñar y demostrar. Aplica tanto en lo terrenal como lo espiritual.


Pero el hombre natural, con su traje militar de soberbia y su casco de rebeldía, taponea todo fiel anhelo de acercarse a Dios y busca por sus propios medios -limitados por cierto- explicar todo fuera de los términos de Dios.


Tan tonto como querer documentar la historia de la antigua China sin considerar a los chinos, excluyéndolos de toda la aportación de conocimiento. Así de insensatos aquellos, los que echan fuera a Dios y Cristo de tales conocimientos de la vida, materia y existencia.


Entrando ya en materia, diremos esto: Que de la misma manera en que el Señor Jesús experimentó la resurrección, todos lo habremos de experimentar, salvo que los que partieron creyendo en él resucitaremos primero. ¿Cómo? Dios Padre, en su función como Dios Creador, de los cielos y la tierra sacará todas las almas del paraíso y las reinstalará en los cuerpos que estarán formándose de nuevo, pero ya no cuerpos normales, sino transfigurados. Conservaremos nuestra forma y tendremos el mismo tipo de esencia de Jesucristo. Los que estén con vida serán transformados en el acto para que todos a una seamos arrebatados para ahora sí, ser salvados de nuestra cuenta de los juicios.


Poniéndolo en perspectiva natural, para propósitos de comprensión lo igualaremos al naufragio de algún barco de pasajeros y los que seamos dignos de entrar en los botes salvavidas (los que compramos boleto) llegaremos a buen puerto. Los que no (polizontes) se quedarán a ver cómo su salvación se escapa al no comprar boleto (creer en Jesucristo) cuyo tiempo fue cuando estaban en tierra y lo desperdiciaron, pereciendo ahogados en sus pecados junto con el barco.


Tendremos una forma humana, pues nuestra alma es parte de nuestro cuerpo, pero no será carne como la anterior. Seremos como la figura de Adán y Eva antes de caer. Es decir, recuperaremos nuestra esencia original: pura, santa y ahora con el sello de Jesucristo, Salvador nuestro. ¿Quemados, mutilados, incompletos, destruidos, comidos? Dios restaurará a un cuerpo espiritual completo que no tendrá más necesidad que de Dios mismo.


Por otro lado, los otros resucitados (los que serán condenados) lo harán, con la podredumbre de sus pecados adheridos a su alma, sin existir poder alguno capaz de limpiarlos o restaurarlos -dicho sea de paso, esto es similar a ciertos tipos de suciedad, como grasa o aceite de carros que no pueden eliminarse de la ropa en la cual se impregnan echándola a perder en el acto al perder su valía- del mismo modo, reintegrados a su forma completa; sin embargo, esta vez para que todo su ser experimente la condenación inexorable: la muerte segunda y eterna.


Se enchina la piel que seremos resucitados y restaurados de imperfecciones y completos por Jesucristo para honra, gloria y gozo eterno de Dios Padre, que como hijos nos tendrá siempre con Él.


De modo que, gocémonos de este privilegio de sacar boleto a una eternidad espiritual con nuestro Dios Padre del Señor Jesucristo: bendiciones, paz y amor de nuestro amado Pastor Jesucristo, Hijo de Dios, amén.


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