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Editorial 307

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 1 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

No matarás


En nuestro país México suceden homicidios de toda clase -como seguramente ocurren en todo el orbe a diario- aunque, además, hay una mentalidad violenta acerca de exigir cesen los asesinatos contra la mujer por el hecho de ser mujer.


Desde la perspectiva de la escritura, ya desde tiempos antiquísimos el mismo Dios prohibió al hombre atentar contra la vida de otro hombre sin importar motivo, razón, género, credo alguno. Y tenemos testimonio del primer crimen, con Caín quien mató a Abel. Como muestra que Dios a priori no mata, a Caín se le perdonó la vida después de su aborrecible crimen de matar a su propio hermano. Astuto e insolente, exigió a Dios una señal para preservar su vida, sin siquiera mostrar arrepentimiento o culpa al respecto. Dios usó la misericordia y solo así fue como libró su muerte primera por algo de tiempo, pues de cualquier forma murió más adelante. Hasta nuestros días se considera a Caín el primer homicida de la historia y de hecho, la misma escritura señala que los violentos y los asesinos son descendencia espiritual de Caín, teniendo su parte junto con él, pues ya nacieron torcidos con este gen malvado y maldito.


Empero el mismo género humano siguió el instinto de Caín, envidiando y contendiendo por recursos, territorios, ideas, dogmas sin atender este mandamiento y peor aun, “en nombre de Dios” se escudan para realizarlo impunemente ante la complacencia de autoridades y otros pueblos.


Todos los crímenes son iguales, todas las almas tienen el mismo valor, pero obviamente duelen más los débiles, desprotegidos y los inocentes de todo tipo porque se añade la alevosía, el engaño, la impunidad y prepotencia.


Adicionalmente, el Señor Jesucristo habla al respecto y va todavía más profundo: señala que incluso antes de quitar la vida, cuando alguno odia al otro ya le mató en su corazón. Entonces es cuestión de tiempo le quite la vida a quien se odia sin control.


¿Qué nos queda entonces hacer? Como iglesia, orar. Como individuos, dar testimonio que en el perfecto amor no hay temor. El hombre natural de por sí, ya tiene un miedo intrínseco de morir y aunado a la violencia de otros aumenta de modo exponencial este temor aun más, llevándole a una histeria y psicosis.


El Señor Jesús declara que en su iglesia seremos sujetos a violencia porque predicamos el amor, la fe, la esperanza, la salvación y vida eterna y el hombre, en cambio quiere poder, fama, dinero, relevancia, presencia, adoración a costa de lo que sea… Y quien sea.


Por esto mismo, como la humanidad no tiene fe, no tiene amor, el crimen tal cual no desaparecerá, sino irá en aumento porque estos descendientes espirituales de Caín no solo no se arrepienten: piden y exigen señal de no ser ajusticiados con falsas excusas y razones. Pero, aun cuando escapen de la justicia de los hombres: hablo a los genocidas, parricidas, infanticidas, matricidas, feminicidas, homicidas, etc., no escaparán de la justicia de Dios cuando exhalen su último aliento sin mostrar arrepentimiento a Dios por medio de Jesucristo ni a la justicia de pagar por su crimen en esta tierra.


Tengamos pues, paz. Mientras haya iglesia oremos para atar estos arrebatos malévolos para que la paz de Cristo reine y Dios someta a todos a no delinquir de este modo impunemente; como individuos debemos mostrar a otros que el amor fraternal siempre derrotará cualquier envidia, odio y deseo de pelear.


Cuando ya la iglesia de Cristo no esté, otro tiempo será, mas parafraseando al rey Ezequías diré: “La palabra del Señor que has hablado es buena… Al menos, haya paz y seguridad en mis días”. La paz y amor del Señor Jesús sobreabunde en su espíritu, amén

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