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Editorial 309

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 16 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

De coronavirus y otras pandemias

Amados creyentes, colaboradores de Dios dispuestos y residentes en este planeta: que el amor, la paz, la gracia y el poder del Señor Jesucristo sea en ustedes, amén.


Vemos cómo el mundo -debido a la falta de fe y a la estulta condición del género humano de no obedecer y buscar a Dios- vive aquejándose de todo tipo de calumnias. Culpa a todo lo que puede ser culpado y que de manera directa no pueda defenderse: Dios, la naturaleza, la vida, la disparidad entre ricos y pobres, dogmas filosóficos o políticos, etcétera.


Dentro del marco de este tema, diremos que, las enfermedades y pandemias (como ya hemos visto en anteriores blogs) no es que sean “juicios sumarios” o las condiciones caprichosas de una deidad psicótica, como las antiguas civilizaciones sostenían en sus entornos religiosos. Es más bien, una consecuencia, un reflejo de cómo somos sin Dios: seres naturales que viven bajo las reglas de supervivencia e instinto en un mundo y tierra salvajes y a veces impredecibles.


Pero, y en esta ocasión ¡agradecemos al Padre en el nombre Cristo por los peros!, el Padre dispone del concepto salud y protección asociados a la misericordia que otorga diariamente a millones de criaturas suyas en todo el orbe. Es normal y esperable el mundo tema, porque rechaza esta misericordia y pierde tiempo en encontrar curas, remedios y soluciones integrales fuera de Dios.


Para los hijos e hijas de Dios por la gracia de nuestro Señor Jesucristo es simplemente seguir caminando al blanco, que es Cristo Jesús en nuestras vidas. En el perfecto amor no hay temor, dado que no es nuestra misión vivir con miedo, sino con libertad, fe y poder.

No debemos ser parte de la histeria colectiva, es encomendarnos diariamente al Padre mediante el Señor Jesús y realizar nuestras actividades con fe, esperanza y en el amor. Fuera de los cuidados y precauciones normales según cada temporada de estación, no es correcto delante de Dios y delante de Jesucristo ser promotores de miedo, sino de fe; tampoco de desesperanza, sino esperanza; menos de racismos, clasismos o elitismos, más bien amor y finalmente no cobardes, más valientes.


Hubo, hay y vendrán plagas de todo tipo, pero son para el mundo, y aun si llegase a estar enfermos, es para testimonio. El hermano que escribe, para testimonio confiesa que ha sido sujeto a enfermedad dos veces de la supuesta influenza mortal, la cual, si bien fue una experiencia fuerte, gracias al Padre en el nombre del Señor Jesucristo fue liberado, sanado y sin secuelas de tipo alguno. ¿Pudo haberlo evitado? No, puesto que ya era parte del plan de Dios diese testimonio de esa manera. ¿Cuál fue entonces el propósito de enfermar dos veces? Confirmar el poder de Dios, fortalecer la fe y la esperanza, acrecentar la comunión con el Padre a través de Cristo y alejar del mundo par santificación y meditación.


¿Qué es lo “peor” que pudiese pasar? ¿Qué algún creyente muera? ¡Pero la muerte ha sido vencida por nuestro Señor Jesucristo y, en todo caso, es ir al Paraíso! Y esto el mundo no lo tiene, por eso teme. El mundo teme a la muerte con todas sus fuerzas; nosotros no, es un medio de estar de modo espiritual ya fuera de pecado y de esencia y esperando nuestra recompensa. La paz, salud, gracia y amor del Señor Jesús sea en ustedes, se guarden más en Cristo y menos en miedos e histerias. Amén.



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