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E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 29 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Que el amor, la misericordia y la paz del Señor Jesús sea en ustedes amados hermanos, amén.


En esta ocasión estamos muy gozosos en el Señor, porque hemos de presentar con bombo y platillos, uno de nuestros textos predilectos, que nos alientan a seguir adelante en la fe de mostrar a nuestros lectores una pequeña parte de las infinitas riquezas que el Señor Jesús tiene para nosotros.


Culminamos pues, el tercer capítulo de 1ª Timoteo sobre el cual cae el misterio de la piedad. Ya lo hemos hablado antes, pero ahora es necesario recordarlo porque aquí el Espíritu Santo nos explica el propósito de la salvación, por qué Jesucristo es la única pieza clave en nuestra salvación.


En el versículo 14, el apóstol Pablo enseña al joven hermano Timoteo el enorme decoro, privilegio y honor de tener una buena conducta de testimonio al participar las riquezas espirituales que Cristo nos da de Dios. Un protocolo excelso, que ni las casas reales más glamorosas podrán siquiera acercarse.


Formar parte de la grey de Cristo, amados hermanos, no es cosa despreciable. Es lo máximo, lo único y lo que todo ser humano debiese aspirar: a ser parte de la familia espiritual de Dios.


El versículo 15 es clave: describe a la iglesia de Dios en Cristo como un edificio (su templo) al cual considera su casa (donde vive) que además es viviente: todos sus miembros que confesamos y creemos que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente; por si fuera poco, es además columna y baluarte de la verdad. En otras palabras, el lugar espiritual donde Cristo se apoya para que la verdad se mantenga sobre la tierra hasta que él venga por ella y ahora él mismo sea el portador de la verdad en su segunda venida.


Y si pensaban que es un edificio ¡qué va! Somos nosotros: sus ovejas, sus creyentes, sus enviados quienes en conjunto -y mientas estemos apegados a la obediencia a él solamente- es como así sucede.


Y este conocimiento magno se le denomina misterio de la piedad, porque describe detalladamente algo que está oculto a muchos. Solo quienes tengan ese privilegio del Espíritu podrán entenderlo, apropiarlo y enseñarlo como conviene. Le está vedado al mundo, al religioso, al pecador, al perro, al cerdo y al apóstata.


Transcrito dice:

Dios fue manifestado en carne; Justificado en el Espíritu; Visto de los ángeles; Predicado a los gentiles; Creído en el mundo; Recibido arriba en gloria.


La piedad hecha carne es nuestro Señor Jesucristo, porque gracias a él, a su sacrificio en la cruz, es que la piedad de Dios hacia el género humano se manifestó en su máxima expresión. Más que esto ¡no puede haber mejor gesto de amor!


MISTERIO DE LA PIEDAD:

¿Cómo no saltar de alegría hermanos? ¿Mejor misterio que este, habrá fuera de Cristo? No lo hay. Que el gozo, el amor y el consuelo de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados hermanos, amén.


14 Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, 15 para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria.

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