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Los ejes en la gráfica de Dios gracias a Cristo.Parte dos: Eje D.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 30 may 2020
  • 4 Min. de lectura

Amados hermanos en la gracia dada por el Señor Jesús: paz, misericordia y amor de nuestro Señor sea para todos ustedes, amén. Los que estamos en México enviamos un ósculo santo lleno de amor fraternal por el Espíritu Santo a todos nuestros lectores, donde quiera se encuentren. Saludos.


En el número editorial anterior, hablamos sobre las dimensiones del conocimiento de la profundidad de saber quién es Dios para el hombre. Quedamos de acuerdo que simplemente reconocer que Dios existe y que el que hace el bien, es bueno y es amor, no es suficiente para ser salvo y escogido a vida eterna, porque esto es la marca registrada y es precisamente la evidencia en contra de quienes parten de este mundo sin Cristo.


Pasamos a la segunda dimensión del conocimiento de Dios, y, que es la altura ¿verdad? Pues no, de aquí en adelante es ya un distanciamiento de la opinión lógica humana, que define a y como la altura. Bueno, para Dios no es así. Y pueden cuestionar: “¿Y qué es Y entonces?” o “Si no es y, ¿qué sigue luego?”. Simple: Creer que Jesucristo es el Hijo de Dios, que es el Señor, Salvador y Maestro. A partir de aquí ya eres salvo, porque implica salir del cero dimensional y das pasos por el Camino en busca de la Verdad que lleva a la Vida (Jesucristo, el Hijo del Hombre). En términos físicos humanos, simboliza la distancia, d. Ustedes pueden decir, “¡pero distancia puede definirse como un par ordenado (x,y), es decir, anchura y altura!”. Es aquí donde ya no adquiere “lógica” el argumento de Dios. Sucede, amados hermanos que no hay altura en este nivel. Es solamente dar sentido y dirección a x, la cual es d, Cristo. Cristo conoce la ubicación exacta de Dios en la hexadimensión del conocimiento de Él y precisamente, creyendo en su palabra y obedeciendo sus mandamientos, es el mapa que nos guía a este punto.


Pero claro, aunque la distancia d es la misma para todos, cada quien decide en qué ritmo seguir el camino. Hay escogidos que eligen no perder tiempo y se ponen en marcha de inmediato. Hay otros, sin embargo, que les toma mucho tiempo comenzar a andar, o bien, caminan lentamente. Este es el libre albedrío que Dios concede como Soberano Creador, el cómo decida cada creyente seguir u obedecer a Cristo. La consecuencia de cómo seguir sus pasos se refleja en el testimonio, el poder, el crecimiento, el conocimiento.


Por tanto, todo hermano que confiese decir que es seguidor, creyente o mínimo “cristiano” en Cristo, con sus palabras sabremos si en verdad comenzó a andar o está estacionado en doctrinas muy simples. No podemos decir no son salvos, porque lo son; mas no son sabios: por tanto, no tendrán galardón alguno. De hecho, las advertencias que el mismo Señor Jesús nos da es no ser tibios, no quedarnos dormidos, no negar su nombre, no volver atrás. Por eso, aunque andar en x y d es garantía mínima de salvación, no es prudente quedarse aquí.


En pocas palabras, andar en Cristo es perfeccionar el conocimiento de Dios no solo como Creador y Ser Supremo Invisible, sino como un Ser Santo que salva, guarda, cuida y provee. Pero el final de este eje es cuando entendemos que además de lo anterior, es nuestro Padre y, como tal, nos hace sus hijos espirituales. ¡Eso es lo que espera Dios del hombre! Que el humano quiera ser uno más de sus muchos hijos y ¡no solamente criaturas!


Cristo en el evangelio es lo que nos viene a decir. Por eso, debemos profundizar en esto a través de caminar en Cristo Jesús, Señor nuestro. Por eso Pablo escribe varias veces que nuestra única biblioteca donde podamos profundizar y saber más de Dios es por medio de Cristo, el Hijo de Dios. ¿Quién más podrá saber más del Padre, sino el Hijo mismo?


¿Acaso alguna religión, teología, escuela o instituto, tendrá más y mejor revelación que nuestro Señor Jesucristo? ¿Los pregoneros falsarios que dicen hablar de Dios escudándose en el antiguo pacto, los opinólogos que escurren mentiras en sus disertaciones de institutos bíblicos, los filósofos cuyas obras extrañas suponen y creen más que lo que demuestran y concluyen: tendrán todos estos un trato privilegiado con Cristo? ¡De ninguna manera!


Por esto amado lector, no te fíes de lo que pudiste creer al principio de Dios, ahora en Cristo es mejor perfeccionarlo en los términos que tú mismo le fijes al Espíritu Santo. Te recomendamos ampliamente te dejes guiar en fe, amor y esperanza por el Espíritu. Y el Espíritu Santo no te hablará de otra cosa que no sea Cristo.


De modo que, concluyendo esta disertación, solamente a través de conocer a Cristo es como se conoce al Padre. Muchas referencias hay que comprueban esto, se ofrecen algunas: Mateo 11:27: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelar”; 1ª Juan 2:22-23: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre, El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.”; Juan 10:15: “Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre, y pongo mi vida por las ovejas”. 2ª Juan 1:9: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo”; Juan 5:19: “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por ´si mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Solamente en Cristo, amados podemos cruzar por estas dos dimensiones sin errores, sin temores y sin extraviarnos entre tanto tumultuoso hervidero de blasfemias disfrazadas de doctrinas.


La paz, el conocimiento y la gracia del Señor Jesucristo sean en ustedes amados hermanos, amén.


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