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Carta a la iglesia de nuestro Señor Jesucristo establecida en la República del Paraguay.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 7 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

Bendiciones de lo Alto, a los hermanos establecidos en este territorio por obra y gracia del Señor Jesucristo, por la Voluntad del Padre, Poderoso Dios, ser sus heraldos de la Verdad allá. La paz, gracia y sabiduría, pero sobre todos ellos el amor de nuestro Señor Jesucristo es en su espíritu amados creyentes, amén.


La historia enseña la sufrida vida de su nación, con la cual compartimos el mismo origen de nación conquistada por la europea monarquía española, dándonos la oportunidad de tener este idioma como lenguaje común. Digamos de otro modo España fue a nosotros como Roma a los pueblos de aquel entonces. De modo que al Señor le plació concedernos la libertad de aquel régimen y ahora enfrentar la realidad con nuestros propios gobiernos.


Amados. Debemos comprender los misterios de la Voluntad del Padre hacia su creación humana, ser testimonios vivientes de Cristo mientras peregrinamos aquí. No olvidemos que nuestra verdadera patria se encuentra en construcción, por así decirlo. Hermanos, hay muchos conciudadanos espirituales a los cuales es preciso alcanzar para que se unan a nosotros. Nuestro Señor Jesucristo vino a salvar lo que se había perdido, a sanar a los enfermos, a revivir a los muertos y a poblar la nación santa de Dios.


No estorbemos esta acción de evangelización dada a sus colaboradores dispersos en toda la Tierra, mediante el apego al mundo, desobediencia a los mandamientos de Cristo, no guardar el testimonio, ir en pos del judaísmo al interior de las congregaciones, entre otras cosas funestas. Sabemos que su nación es de poca fuerza al ser pequeña, pero ante Dios todo es posible y con el sello de Jesucristo, la victoria es segura, mientras andemos en él.


Los hechos de los apóstoles se siguen escribiendo, amados hermanos, no con relatos escritos, sino con los testimonios que evangelistas y apóstoles genuinos comandados por nuestro Salvador, Señor y Maestro dan a quienes les procuran, mantienen y restauran.


Solidarios, amorosos, celosos de guardar y cumplir la sana doctrina, ingenuos para cometer el mal, pero astutos para no caer en lazos del adversario, celebrar la Cena del Señor Jesucristo como conviene, ser bautizados en el nombre del Señor Jesucristo, ser ciudadanos ejemplares, hijos obedientes, padres respetuosos y amorosos, empleados de buen nombre son algunas de las muchas actividades que como individuos debemos practicar, según nuestro rol en el tiempo espacio donde nos ubiquemos.


Para esto está escrito el nuevo pacto, lo que es nuestra lectura edificante: capítulo por capítulo, versículo por versículo, mediante la revelación progresiva del Espíritu Santo nos mostrará qué hacer, a dónde ir y qué decir.


Hermanos: no erremos. El que Paraguay no tenga mar no quiere decir que esté perdida. Muchas naciones tienen acceso al mismo y no pueden sacar provecho de ello. Así en Cristo, que tengamos limitantes con respecto al mundo (que pareciera al tener riqueza, fama, poder, influencia, etcétera son felices y fuertes) es para nuestro bien. Nuestro Señor Jesucristo demostró podemos prescindir de las prestaciones que el diablo da a sus acólitos porque nos dignifica ante el Padre, fomenta nuestra concentración en la salvación, evita seamos presa de envidias y guerras y fortalece nuestros lazos de amor, fe y esperanza en Él a través suyo.


Nuestro Padre restaurará todo, viviremos eternamente con Él por la gracia de Cristo, Señor nuestro. Según nuestro testimonio, hermanos, es donde radicaremos en su cielo nuevo y tierra nueva. Busquemos ser dignos de galardón. No pongamos nuestra mirada en nuestras limitaciones aquí, sino que fortalecidos por el Espíritu Santo en nuestro interior saldremos bien librados de todo. Crezcamos en el Espíritu para movernos conforme a su andar, vivir el evangelio y así, también rescatar almas.


Desde México extendemos nuestro más sincero y fraterno amor que, aunque sin conocernos de vista, el Espíritu Santo nos une para clamar: ¡Ven Señor Jesús! La paz, gracia y amor imperecederos del Señor Jesucristo, conforte su corazón hermanos: las pruebas son para ser superadas, no para permanecer. El mundo debe ser reconvenido, más nosotros gozosos protegidos del Padre. Amén.

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