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Editorial 521 - ¿Por qué Dios eligió a Jonás?

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos.

Según se tienen registros en el nuevo pacto, el Señor Jesús usó la figura y testimonio de Jonás, profeta quien fue enviado a predicar el juicio de Jehová a Nínive, una majestuosa ciudad babilónica en aquellos tiempos. Como tal, era en sobremanera enriquecida por estar en el valle entre dos ríos, el Tigris y el Éufrates, además de haber sido construida estratégicamente en el punto de conexión entre varias rutas comerciales: al norte con los caucásicos, al noroeste con los asirios y de ahí con los griegos en la península de Anatolia; al oeste con Israel, Filistea y Líbano, al suroeste con Egipto, al sur con Arabia y al este con los persas e hindúes.

Tanta conglomeración de culturas propició también una amalgama de costumbres tradiciones, religiones y pecados que hallaron refugio en esta urbe.

En este tiempo Israel no era constante en su testimonio de guardar la ley de Dios. Pero Dios decidió dar una lección eterna a Su pueblo al seleccionar a Jonás. ¿Por qué no elegir a un varón piadoso, obediente, fiel a los preceptos de Jehová y en su lugar un hombre sin cuidado y respeto a Su Majestad, el Gran Yo Soy? ¿Por qué tomarse la molestia de arengar contra una impía ciudad como Nínive y no hablar a Sus escogidos entre los hijos de Israel?

Porque Dios es Soberano y porque Dios vio que muchos gentiles no Le adoraban porque no Le conocían y Él veía el fervor de muchos de ellos. Adoraban lo que no sabían, pero sabían que existía un Dios en algún lugar. En cambio, Su pueblo se perdía en perversiones, abominaciones y su corazón lejos de Él. Por esto, decidió comenzar a buscar entre los gentiles verdaderos adoradores.

Y, en segundo lugar, eligió a Jonás para hacerlo futura señal de insolencia, majadería, rebeldía e impostura ante Él y ante Su Hijo Jesús, aún no nacido.

Siendo como era, la orden era simple: “Levántate y habla contra Nínive porque su maldad ha llegado ante mí”. Primero, se dio el lujo de huir del mismísimo Dios. Ir en contra de la ordenanza del Dios de Abraham, Isaac y Jacob a Tarsis, donde en pleno mar fue echado y tragado por un pez por tres días. Por esto es que la salvación viene de los judíos, porque Jesús fue judío y la salvación era para ellos, pero la desecharon y esta salvación cayó en el resto de los linajes. No por la esencia judía, que como podemos ver es de vergüenza y estupor.

Llega, por fin obedece -pues no había otra opción- y predica. Con lo que no contaba Jonás es que su mensaje fuera oído y aceptado al instante. Se dio cuenta incluso el propio rey, quien ordenó que toda la ciudad se postrase en arrepentimiento de su manera de ser y puso toda su esperanza en la bondad y misericordia de Dios.

Este suceso desencajó a Jonás, quien en su soberbia actitud creyó que la ciudad sería sorda y no le pareció que se arrodillaran y pidieran clemencia a su Dios, y que Dios les perdonase. Le encolerizó y le amargó que la misericordia fuera extensiva a los gentiles y acampó en algún lugar cerca de la ciudad para atestiguar en primera persona el juicio que habló en primera instancia. Quiso ver, pues, sangre y muerte y no vida y arrepentimiento.

Tanta fue su desdicha que deseó la muerte y le exigió a Dios cumpliera Su palabra. Pero Dios obró con astucia y le preparó una calabaza que le cubriera del sol y en esto se alegró. Al día siguiente, preparó a un gusano para que hiriera a la planta y esta murió. Jonás aún más se enojó y reclamó la muerte de la calabacera. Dios le cuestionó que cómo le pudo tener más lástima a una planta que no sembró y le fue regalada que a una ciudad de 120 mil almas arrepentidas.

Y esta es la razón por la cual Jonás fue elegido. Para ilustrar que Israel jamás iba a ser el modo por el cual las naciones iban a ser convertidas ante el Dios Vivo. Pues el Señor Jesús tiempo después, diría que cierran las puertas de los cielos donde ni ellos entran y a nadie más dejan entrar.

Jonás es el vivo reflejo, espejo y realidad de la nación que todavía muchos engañados creen que es el pueblo de Dios. Es la efigie perfecta de esa religión que mató al Profeta predicho en los últimos días de Moisés. Es el busto que pone cara y alma a los que desearon con su corazón y de labios confesaron “¡Crucifícale!”

Jonás representa que solo unos pocos, el remanente prometido, será salvo cuando Jesucristo venga y todos los demás sean desarraigados y echados fuera de la promesa dada a Abram, hecho Abraham.

También que Jesucristo moriría, sería enterrado y estaría tres días en el lugar de los muertos para restaurar todas las cosas antes de resucitar e ir a los gentiles mediante sus apóstoles. El que lea, lea en el Espíritu cuánta sabiduría tiene nuestro Dios que dispuso todo por amor a Su Hijo Jesucristo.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.


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