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Editorial 522 - ¿Se hereda la fe?

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Dentro de la vida humana las generaciones pasan a las venideras sus usos y costumbres, pensamientos, modus vivendi, creencias y en general, espíritus y actitudes.

También es cierto que a cada generación le corresponde vivir en su día a día y transformar su mundo según sus nuevas ideas, donde la maldad crece lastimosamente y cada vez más estas generaciones se alejan del amor natural de Dios para seguir su propia concupiscencia.

El pecado y la maldad, más que heredarse, es el convencimiento de cada alma que vive y sobrevive se entera de estas y se dejan seducir por sus tentáculos sutiles, adentrándose a vivir según la carne y no conforme al Espíritu.

En lo que respecta al vivir en el Espíritu, según lo mostrado por un hermano amado revelado por el Espíritu (y quien escribe suscribe) la fe en el Señor Jesucristo es un activo espiritual que no se hereda de generación en generación, al ser un ejercicio espiritual de corte individual.

Así como en el pecado y la maldad se tiene el poder de entrar de lleno o renunciar a sus deleites, también creer en Jesucristo es un acto decisorio de cada persona, aún nacida en un hogar de creyentes.

Por eso siempre debemos de rogar por los recién nacidos en los hogares donde Cristo es confesado, dar un buen testimonio como padres, ser maestros en la fe, el conocimiento de la sana doctrina, amor y obras espirituales, para que estos hijos al crecer decidan por sí mismos seguir el camino de Su Maestro, y ellos se bauticen y continúen con la dicha de ser hijos espirituales de Dios.

La fe no se impone: se toma, se renuncia voluntariamente a vivir como los del mundo y siguen fielmente los pasos del Maestro.

Entonces, amados hermanos, enseñemos a nuestros hijos a que no nieguen su fe y que ellos mismos se convenzan de lo que es Jesucristo en su vida. El amor, la fe y la esperanza se comparten y estos frutos el vivir en santidad hacen la labor de que los hijos deseen seguir la fe que los padres abrazan en lo individual.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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