Editorial 525 - Tiempos de elecciones

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Amados hermanos espirituales, deseamos en el amor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo estén bien, gocen de plena salud espiritual y física. En todo el orbe cada año es de elecciones populares de autoridades civiles, según el tipo de gobierno prefijado en las naciones.

Los procesos electorales siempre han sido polémicos, llenos de mucha carga emocional e incluso fortunas se amasan o se cae en desgracia en cada cambio de autoridad con los relevos. Se aduce y celebra la “democracia”, un falso dogma social donde las masas creen que existe, así como el obeso tipo de rojo y que Jesús nació en el solsticio de invierno.

La realidad es que lo que el mundo llama democracia para Dios nada es. Él es Quien permite quien llega y quien no; Él autoriza los cambios y evoluciones de las formas de gobernar y Él inspira a las personas tomar cierta decisión. También el hombre es soberano en sí mismo y puede elegir, pero está a reserva de que lo que elija coincida con el plan de Dios para esa nación o territorio.

Cuando una persona a quien el Padre no imputa de pecado le concede llegar a tal posición de poder Ejecutivo, son gobiernos prósperos, justos, bonancibles y de paz. Esta persona sirve a los propósitos de Dios de premiar el bien y castigar a quien hace el mal. Procura que su nación siga un camino de nobleza, libertad, orden, disciplina y justicia

Pero si quien llega es un hijo de maldad o un hijo de perdición, cambia la cosa totalmente. Estos seres hijos del diablo destruyen, roban y matan a placer, asolan a su pueblo y otras naciones. Avarician y exigen todo a cambio de nada. Corrompen todo, haciendo que lo malo sea bueno y lo bueno sea malo.

Puede uno cavilar: “Pero ¿por qué Dios si es tan bueno, concede esto?” Por la propia maldad del hombre, si una nación o territorio generan frutos de maldad, violencia, rebeldía, traición y mentira, el perfil Justiciero del Altísimo cobra presencia y colecta el pago de sufrimiento y si es grave, su extinción. Por eso nuestra misión no es de andar de prosélitos, sino atar y desatar un buen espíritu que ponga al gobernante sensible al odio y lo combata con hechos.

Orad sin cesar, orar por las autoridades, honrad al rey, son frases que adquiere más sentido en su conocimiento y aplicación.

Hagamos esto antes de las elecciones y procuren elegir con fervor, humildad y paciencia Dios cree un hombre o mujer que luzca como buena voluntad.

No hay solución aparte de esta. Naciones e individuos deben ponerse a cuentas con el Señor para prevenir tragedias, guerras o injusticias atroces. Nuestra elección siempre debe de ser cumplir la voluntad del Padre a través de vivir la vida en Cristo y Él se encargará que lo demás, incluyendo las gestiones gubernamentales, vengan positivamente como añadidura.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.