Editorial 554 - Regalos, presentes y sorpresas.
- Cuerpo Editorial

- 14 dic 2024
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Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Amados hermanos, en cada ciclo decembrino la sociedad humana fuera de Cristo pretende celebrar algo que no se mandata en estos días, sino que se esperase antes del suceso, cuando fue profecía. Hasta antes del nacimiento del Salvador, del Cristo, del Enviado y Príncipe de Paz todo el mundo estuvo bajo el yugo de la ley, fuese o no judío. Y aquellos quienes antes de ese nacimiento que hallaron gracia delante de Dios en cualquier pueblo, tribu, nación o imperio que no tuviese lazo físico con el reino de Israel morían en la espera de ser hallados dignos de ser rescatados.
Y entre los que sí tenían algún lazo tenían a esa ley promulgada -independientemente si la creían o no- como punto de referencia de si eran dignos de ser considerados por el Creador o no.
Y cuando nació nuestro maravilloso Señor (una sola vez, por cierto) esa profecía se cumplió. A partir de ahí, comienza la etapa de la fe, la gracia y la reconciliación de una sola vez por todas con el Creador a través del Cordero inmolado. Presente irrenunciable, incomparable, impostergable, merecido por toda alma que nace, crece y se desarrolla el cual cada quien recibe si lo acepta o no.
Este presente es el creer que Jesucristo es el Hijo de Dios y que resucitó de entre los muertos con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente, de labios sinceros, voz audible y en pleno uso de tus facultades mentales.
Pero sucede que el mundo y el diablo inventaron artimañas para esconder este presente enviado por Dios a cada miembro de la Humanidad en la puerta de su corazón mediante celebraciones mentirosas, creencias diabólicas y costumbres mundanas y huecas.
Se regalan unos a otros tan solo cosas físicas, celebran algo que no fue ordenado desde los cielos, y el único regalo dado del cielo lo dejan a un lado. Permiten que su vanidad y soberbia pulule como espuma y se esparza entre ellos como si fuese algo para sentirse orgullosos.
La sorpresa se da cuando, después de tanto desobedecer se acaban el tiempo y la oportunidad de reclamar, abrir y poseer ese regalo afuera de su corazón el cual nunca se abrió y el diablo se los arrebató. Ninguna otra obra, hecho, acción o costumbre puede reemplazarlo.
Por eso, amados hermanos, nuestros presentes son a diario -no cada diciembre- en forma de ayuda mutua, oración intercesora de los unos por los otros, la celebración conjunta de la Cena en el Señor Jesucristo, la recepción de nuevos creyentes a la familia de Dios y la oportunidad de congregarnos en el nombre de nuestro Cristo amado para ser edificados entre otras cosas; nuestros regalos son caídos del cielo en forma de gracia, misericordia, salud, vida y el poder del Espíritu Santo entre muchos otros más y la sorpresa es que obedeciendo al Dador de vida, nuestro Señor Jesús, no sabemos cómo o cuándo vendrá, pero sabemos lo hará y el hecho de no saber nos da la pauta de decidir ser sorprendidos trabajando, velando y orando y no durmiendo o desobedeciendo.
Así que pues amados, seamos propios en nuestro andar y no dejarnos ser engañados por quienes, al no tener esperanza en lo eterno, procuran diligentemente llenar de trivialidades su existencia. Eso que hacen es oprobioso a Dios y no es el tipo de regalos, presentes y sorpresas que nuestro Padre quiere que demos a quienes todavía no son salvos.
A su tiempo y por Espíritu, sabremos dar tales obsequios a quienes estén destinados a recibirlos y a quienes exijan los suyos, aunque no estuvieran al principio ordenados, cortesía de la Deidad. Solo no dejemos de hacer esto por hacer lo otro.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.




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