Editorial 564 - Entre traidores se esté
- Cuerpo Editorial
- 22 feb
- 3 Min. de lectura
Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Bendecimos a nuestros hermanos quienes nos apoyan en la lectura del blog, pues nos inspiran a seguir colaborando en humildad y gozo a la Voluntad del Padre que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo siga expandiéndose, pues es una única forma en la que podemos ser redimidos de esta vida tan precaria. La promesa de que él vendrá está supeditada a que el evangelio llegue a toda criatura, no importa si cree o no cree.
Esta misión como muchas otras requieren fidelidad extrema al motivo principal: la restauración de todas las cosas y por ende, tener parte y suerte con nuestro Padre y nuestro Señor Jesucristo en esta restauración.
Requiere trabajar y mucho para construir este futuro, que Dios nunca descansa y Cristo no se adormece en su labor de perfeccionarnos. El Espíritu Santo sigue activo en la dádiva de frutos y dones a quienes diligentemente persiguen este anhelo encomiable.
Pero también hay gente holgazana, infiltrada, malvada que solo busca sus propios intereses. En estos tiempos de definición en muchas naciones los partidos políticos ofrecen soluciones unos y otros claman para la ocupación y destrucción vía entes extranjeros, coludidos con poderes económicos enemigos de las soberanías y las naciones. Estos seres se hacen llamar patriotas, simulan ser agentes de cambio progresista y se autonombran entes democráticos. Pero con la dulzura de sus discursos atrapan ingenuos y cuando llegan al poder destrozan lo que tocan. Saqueo, repartición de tesoros, recursos y nepotismo pulula en su corazón avaro. Riquezas mal habidas e impunidad dentro de su esfera de acción.
Esto ocurre en prácticamente todos los países del mundo, pues los insaciables traidores quieren ser los únicos, primeros y eternos en ostentar el poder, la gloria y la vida de lujo perennemente.
Sin embargo, la iglesia también ya ha comenzado a tener traidores, iscariotes quienes por unas piezas de plata entregan congregaciones enteras al placer mundano, al poder inicuo de las religiones y sectas. El afán de ser adorados como a Dios, recordados como nuestro Señor Jesucristo y punto de referencia como el Espíritu Santo, compran y venden mugrero y lo dan a la congregación, pues no está despierta, sino adormecida, la que acepta y se traga lo que le dan, quedando contaminada. Estos traidores, no tienen amor a Dios, ni a Cristo y el evangelio lo usan como modo de pretexto para adentrarse. Se aprovechan de que algunas congregaciones son ingenuas, están débiles, duermen plácidamente o se entregan al mundo en afanes innecesarios y caen presas.
El Señor Jesús no se complace de esto y al Padre tampoco le hace gracia que estos traidores hagan de las suyas. El oído por fe es el antídoto para detectar a estos malhechores condenados pues, aunque usen versículos su teología queda exhibida. No importa si es sutil o descaradamente en contra de la sana doctrina el Espíritu Santo es quien nos auxilia en la compresión y examinación.
Así como el Iscariote entregó a nuestro Señor con un beso, y cínicamente le dijo “Salve, Maestro”, con esa misma facha estos nuevos hijos del mal harán lo que tengan que hacer para lograr su abominable acto de hurtar, matar o destruir. A la sutileza hay que destruirla con firmeza; a la tibieza erradicarla con la limpieza de conciencia para no caer en cárceles espirituales o ataduras morales que no deberían existir por principio de cuentas.
Si la traición a los principios soberanos de una nación en la Tierra es despreciable, ¡cuánto más a quienes sabotean a la autoridad espiritual al tratar de destruirla! Si hay legislación que criminaliza a estos infames y eventualmente los castiga ¿qué no hará el Dios vivo airado contra quienes se opusieron a Su Hijo y si Su Palabra es la Ley?
Esos maldecidos por Dios tras haber elegido al adversario para luchar contra Él, no dejarán de pecar, no dejarán de intentar, nunca podrán cambiar. Una vez traidor, siempre traidor. La enseñanza es simple: fuera traidor de todo gobierno, como de toda empresa y toda congregación. Los parias infecciosos son garantía de destrucción masiva y son incompatibles con la vida, la vida espiritual y vida eterna. Lo único que les detiene es la muerte y la muerte espiritual les aguarda.
Por eso, desahoguémonos de esa peste que infecta y destruye la obra de Dios y el establecimiento de autoridades dignas puestas por nuestro Padre. El Señor Jesús los aborrece y el Espíritu Santo los detecta.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
Comments