Editorial 573 - Tiempos de escasez
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- 26 abr
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Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Amados hermanos, está escrito y profetizado que el mundo tendrá muchos tipos de convulsiones, ya desde poderosos terremotos hasta huracanes, sequías y desastres económicos y financieros. En lo natural y lo social la Humanidad habrá de experimentar y está experimentando dolores previos al parto. No solamente porque es necesario para someter al mundo a prueba, sino también es obra y gracia de la maldad que se acumula a tal cantidad que el canibalismo ya comienza a cobrar víctimas de estos acontecimientos.
Ninguna nación está exenta, porque ninguna ha guardado su preocupación de servir y honrar a Dios y en todas las soberanías de mucha o poca forma se estorba al anuncio de las buenas nuevas. El mundo se ocupa de lo suyo y por tanto hace que la gente no confíe que Dios pueda ser su Padre y que Jesucristo pueda ser su Señor, Salvador y Maestro. Muchos asuntos, un sinfín de problemas y demasiados afanes terminan por aderezar el agrio platillo de la incredulidad.
De hecho, para nosotros en la escritura no está prometida la riqueza ni la holgura. En ninguna parte dice que tendremos una calidad de vida envidiable económicamente hablando. Cuando el apóstol Pablo dice que hay que saber vivir en abundancia y en escasez es que habrá tiempos de bonanza y tiempos de crisis. Pero no se promete bonanza total. Es lo que muchos hermanos de alguna manera confunden.
En la vida de todo creyente habrá momentos de obtener muchas cosas materiales y proyectos seculares estupendos, pero también habrá que ceñirse el cinturón. En estos momentos hay que practicarse con sabiduría y humildad, para que cuando se tenga que padecer estrechez no se pierda la fe, la confianza y el sentido común de la vida. Debemos estar ciertos que lo que el Señor nos prometió es que vestido, alimento y techo es lo que tenemos asegurado, que estaremos en contentamiento con lo que tenemos y que lo que tengamos de gracia, de gracia lo demos.
Que cuando tengamos excedentes y veamos a algún hermano en pobreza, no podemos cerrar los ojos y voltear el rostro. Y si no tenemos para dar, no hay que dejar de trabajar.
Y sí, errores pueden cometerse de calcular mal y gastar de más, para esto hay disciplina también; que el mundo obnubile la conciencia de alguien para hacer un mal negocio y lección dura de vida por aprender; que no se esté conforme y se quiera dar vida de lujos que el ingreso no permite y es poderoso acicate de renunciación y santidad; o que la situación de salud obligue a invertir capitales en sustentos o tratamientos, es probable también.
Pero de lo anterior PODEROSO es Dios nuestro Padre para enseñarnos y sacarnos, restaurarnos siempre y cuando aprendamos lo que debe y no debe hacerse. El mismo Señor Jesús advirtió que no será fiador de nadie, lo que significa que en la Tierra la fe no tiene valor monetario de canje, no es un activo financiero secular y no es aval de garantía para prometer lo que está fuera del alcance de lo ya escrito.
La escasez es necesaria porque evita que nuestro corazón, mente y alma se encuadren en atesorar, acumular y poseer. Esa malnacida competitividad que lo único que hace es crear campo fértil para que la envidia, avaricia, codicia y soberbia echen raíces prontamente regadas con la impaciencia y el extravío.
Es requerido no tener demasiado para que la renunciación sea expedita y de manera rápida aprendamos que quien nos sustenta es el Padre y todo cuanto tengamos en posesión es obra de Él hacia nosotros y no esfuerzo humano nuestro. Es gozoso andar ligeros de posesiones porque la palabra se vive mejor y hay que elegir bien lo que se necesita de lo que está de más. Si por la cuestión en que un hermano requiera muchas cosas materiales por cuestión de trabajo, escuela, salud, etcétera, que sepa que es por la permisión de Dios y nunca olvide ser humilde.
Y si hay hermanos que por cuestiones de salud, trabajo y escuela están constreñidos, no puede perderse la fe por cuestiones materiales y no podemos dejar que la vista dicte nuestro sentir espiritual. En todo caso, la vista espiritual del propósito del Padre para esos días por medio de su Espíritu es saber qué hacer, a dónde ir y qué decir con tal de sortear la situación.
Nunca estuvimos, nunca estamos y nunca estaremos solos. Aprender a vivir en estrechez es la mejor lección de sabiduría para nosotros porque así nuestra alma se salva de ser presa de vanidades y pecados, se libera de falsas apariencias y la vida espiritual de Cristo no se atora por minucias pasajeras. Aún con grandes ingresos, vive mesuradamente. Recordemos que nada nos llevamos al partir y que lo que sembramos aquí se cosecha en la eternidad. Toda cosa material es herramienta de trabajo para crear riqueza espiritual, no al revés.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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