Editorial 574 - Falso arrepentimiento
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Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Amados hermanos, en congruencia con el blog anterior, 574-1 UNO DE LOS DOCE, es bueno seguir comentando al respecto. Judas el Iscariote nunca fue sincero con el Señor Jesús. Fingió creer en él, seguirle, buscar su bien y aprender de él. Incluso le fue dado el poder de tener el control de la administración de los discípulos. ¿Qué hizo? Sustrajo de la bolsa, pensando que Cristo no se daba cuenta. Compró cosas para sí, sin que los otros lo supieran y cometió fraude.
Incluso como es sabido por todos ¡vendió a su propio maestro por 30 piezas de plata! ¿Y todavía hay alguien que se pregunte si fue salvo? ¡Cómo puede ser salvo el que facilitó la muerte del Autor de la vida! ¿Cómo darle un lugar en la eternidad a ese quien se suicidó en pleno uso de sus facultades mentales cuando se dio cuenta de lo que hizo y provocó?
Y si es tan claro con este sujeto quien atrajo para sí maldición y perdición eternas ¿cómo no lo es para quienes en estos días hacer lo mismo siguiendo su funesto ejemplo? Todos los que se congregan deben tener examen profundo de conciencia sobre dónde, cómo y en quién está depositada su fe, su amor y su confianza.
Los que tengan miedo y titubean, los que pretextan es que no están bien cimentados y ¡ojo! Es responsabilidad PERSONAL fundarse sobre la roca. Pero quienes se escabullen, callan, se esconden, evitan tocar el tema y lo cambian ¡cuidado! Focos rojos de alerta se encienden. La fe no es de todos ni para todos y por eso mismo solo los que tienen fe deben estar en la congregación.
La reunión es para los hijos, los salvos, los creyentes. La enseñanza es para quienes quieren crecer y ser fortalecidos. La comunión es el amor de Cristo expresado en la hermandad, la familia espiritual. No podemos convivir con muertos, diablos, traidores y saqueadores. ¿Tiene algún sentido eso? Un muerto contamina a muerte, un diablo lanza ataques airados, un traidor entrega a su amigo al enemigo y un saqueador despoja. ¿En cuantas denominadas “iglesias” no hay fraudes, violaciones, crímenes, robos, pleitos, envidias, corrupción, desfalcos, atentados, divisiones etcétera? ¿Así se manifiestan Dios, Cristo o el Espíritu? ¿Es eso el poder de Dios? ¿No es por haber tolerado a esa gente, a esos malhechores? ¿No es por haber abierto la puerta del par en par a esos obreros de maldad que no les interesa ser salvos, solamente hacer el mal? ¿cuántas veces debe repetirse este craso error?
Quien no muestre un verdadero sentir de arrepentirse y de una sola vez confiese que JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS y que RESUCITÓ AL TERCER DÍA de entre los muertos y eventualmente bautizado en el nombre DEL SEÑOR JESUCRISTO, el tal solo es oyente, pero NO ES SALVO.
Esas personas deben ser echadas fuera. Sí o sí. Convocar en reunión en el nombre del Señor Jesús y confrontarlos, exhibirlos ante toda la congregación para que nadie guarde una falsa compasión y sea repudiado ese tal para que no vuelva y sea enviado lejos. Hay que orar mucho y tener fortaleza de espíritu para realizar esta acción pues no hay lugar para sentimentalismos.
Sean prudentes, sabios y juiciosos, siempre actúen con el aval del Espíritu Santo y todo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo encomendado. Solo así las congregaciones depurarán su audiencia y solo los dignos de salvación quedarán. No es de que haya muchos, sino de que estén solo los dignos, ¿por qué? Porque nadie invitaría a extraños, criminales y gente indigna o de lo peor a comer o a cenar a su casa… ¿verdad?
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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