Editorial 580 - Verano poderoso.
- Cuerpo Editorial

- 14 jun
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Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
En la ley física, en la naturaleza terrenal y en la dimensión tiempo-espacio actual está la característica del clima, una configuración específica en la cual diversos índices señalan los tiempos de calor y humedad en diversos niveles que dan lugar a las estaciones del año. Son cuatro y según la ubicación geográfica es el equilibrio o no de estas en cuanto a su duración e influencia.
Una de las estaciones es el verano. Se caracteriza por tener el más alto grado de luz y calor y sequedad en la Tierra. Su propósito es el de proporcionar energía a la naturaleza creada para que pueda ser transmitida a través de las cadenas tróficas diversas al hombre, el administrador de la creación.
Además, da el mayor tiempo de luz para que las obras sean hechas en su haber. El agua se retira para que el calor otorgue fotones que los seres verdes utilizan como materia prima de alimento energético usado para alimentación, desarrollo y crecimiento mediante la fotosíntesis. De igual manera, las especies móviles diurnas procuren su alimento, reproducción y en general, el cobijo a la vida por parte del Creador. Incluso, mientras las especias nocturnas duermen escondidas, este calor divino les llega y pueden hacer sus actividades en la noche.
Así es el calor del verano que es el Espíritu Santo en la vida de los creyentes. Energía de vida celestial transformada para que la carne que la posee pueda andar conforme a los lineamientos del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El Padre irradia Su gracia y sabiduría y el Señor Jesucristo nos desarrolla y prepara para el crecimiento como catalizador.
Sin el Sol de Justicia, la luz poderosa llena de calor y poder no podríamos vivir. Moriríamos congelados al instante.
Esta estación, también espiritualmente nos enseña la prueba de fuego, la resistencia al ambiente duro y hostil y la generación de fortaleza para sobrevivir al abrasador momento del ataque. La naturaleza creada por Dios enseña desde lo más ínfimo u obvio, en tanto que lo creado por el hombre es mala copia y simulación torpe de lo hecho por nuestro Padre.
El Señor Jesús es quien nos produce el azúcar de la perfección, entre tanto que el mundo produce falsos intentos de crecimiento vano y fútil. Gracias a nuestro Padre que no importa la interpretación del verano que estemos o veamos, de Él somos y hacia Él vamos.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.




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