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Editorial 585 - Fotos que son recuerdos 

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 20 jul
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 21 jul

Amados hermanos nuestros, que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.

En nuestros más recientes tiempos, tenemos la tecnología a nuestro favor para evocar momentos de la vida maravillosos a través de diferentes maneras.

Antes, con la tradición oral a través de cantos y charlas; luego la escrita con poemas, memorias y registros, después con la pictórica y la sónica y así sucesivamente con la fotográfica, con la cual, mediante diversos dispositivos capturamos un instante en un papel coloreado que deja inmóvil algo que sucedió.

La fotografía es una ciencia hecha arte, técnica, tradición y gusto que satisface millones de almas desde su creación en los albores de 1800 y su primer ensayo hecho realidad estable en 1827. Hasta hoy, casi 200 años después, hay incontables memorias escritas con la luz, con muchos fines más que solo atrapar instantes.

La vista es un sentido que demanda mucha atención, por eso la fotografía ha evolucionado tanto, que incluso ahora pueden realizarse fotografías que se mueven, restauración y animación de fotografías estropeadas y la estilización con arreglos para tener una imagen llena de claridad, color, intensidad y resolución.

Luego, la emoción y el sentimiento provocan diversas reacciones en la mente, corazón y alma del observador y este automáticamente “viaja” al pasado y añora, recuerda, revive y entra en un maravilloso bucle cada vez que se mira esa fotografía favorita. “Recordar es volver a vivir” reza el dicho. Los museos también utilizan esta coyuntura para atraer espectadores.

Sin embargo, no podemos perder de vista la verdadera imagen fotográfica predicha por aquellos ángeles en Hechos 1:11. 11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

No hay cámara fotográfica, pintura, corto o largometraje que pueda asesorarnos en cómo es esta escena, este momento. No hay rollo, memoria o archivo que capture este instante.

No hay que tener terror, sino con los ojos espirituales de Cristo y la mente de Cristo por medio del Espíritu Santo, cerrar los ojos físicos y recordar esa promesa que saldrá de su letra firme y poderosa de testimonio escrito a ser una imagen vívida por nuestros descendientes.

Esa imagen fresca, viva de esperanza y amor no podemos explicarla, pero sí experimentarla haciéndolo con un corazón gozoso, una fe completa, un amor fraterno y una esperanza sin límite.

Esta fotografía, más que un recuerdo es un recordatorio.

Esta fotografía es sello de que la palabra del Señor preserva el poder de sus dichos y no necesitamos evidencia física o visual en la carne para que sea verdadera. No podemos llenar nuestra demanda de conocimiento con excesiva prueba visual en esa dimensión, porque ciertamente la fe es espiritual y nuestro Padre trasciende a esto.

Nuestro Rey, Salvador, Señor y Maestro es espíritu y se dejará ver por todo ojo aquel día, que capturará en su conciencia la majestad de su presencia cuando descienda, No habrá, pues, necesidad de pintar, fotografiar o grabar aquel portento.

Que el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos, amén.

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