Editorial 596: ¿Espacio para el rencor y no el perdón?
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- 4 oct
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Que la paz y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes amados hermanos, en su espíritu, amén.
Cada nación en el mundo tiene fechas memorables, como la independencia, una victoria militar, liberación y soberanía, natalicios de próceres, etcétera. Estos eventos -claro está- permanecen en la memoria social de dichos pueblos y se organizan eventos donde se estalla el júbilo, la alegría y la fiesta.
No obstante, existen páginas negras o tristes, eventos de conquistas, derrotas, genocidios, pérdidas de territorio, asesinatos, etcétera que, por el otro lado, manchan y hacen recordar lo malvado de quienes gobiernan en tales épocas de terror y angustia.
En el país mexicano no hay excepción y se recuerdan eventos tristes, según esto para no olvidar a las víctimas y a los inocentes. Para sentar un precedente a las futuras generaciones de “cosas” que no puede haber “perdón ni olvido”.
Precisamente esta coyuntura es lo que el diablo usa para seguir teniendo al mundo atado a rencores y a odios que evitan haya armonía entre los pueblos. Recordar ciertos eventos reviste que las futuras ciudadanías sigan manchándose de algo que no les compete -aunque haya repercusiones- y solamente abonan a llenar el buche de deseos de venganza (que de la mano de autoridades incompetentes y ansiosas de causar el mal) usan en sus discursos que, dicho sea de paso, se ha aconsejado mil y una veces de orar por ellas constantemente.
Así pues, amados hermanos, es menester que la iglesia abogue por el perdón y olvido entre los creyentes de esos sentimientos nacionales banales, porque nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades que usan esos hechos pasados para alimentar odios presentes y guerras futuras. Como creyentes no podemos alentar esas campañas, sino predicar el amor, la reconciliación entre las iglesias y no inmiscuirse en políticas dañinas.
Las almas han de ser tomadas para Cristo, no para continuar con pleitos ajenos.
Las arengas son para convencer al arrepentimiento y voltear a ver las promesas y misericordias del Padre que las renueva cada mañana, de acuerdo al salmo.
Que por cuestiones académicas o de trabajo se recuerden o estudien, se conmemoren y se medite en ellas, sea para guardar un testimonio, pero no para ser partícipes de promover causar el mal al prójimo o condenarlos a eliminarlos en vida llamándolos enemigos.
Nuestro reino y nuestra patria verdaderos están en los cielos, y aquí fungimos como reyes, sacerdotes y embajadores del Único y Sabio Dios y del Rey de Reyes y Señor de Señores. Nunca olvidemos que el Príncipe de Paz vino a reconciliar, a tender puentes de amor y comunicación entre la Deidad y la Humanidad. Sólo a él le corresponde restaurar las cosas, no a nosotros.
Nada podemos hacer para desaparecer el error del pasado, pero sí fraternizar y lograr que entre hermanos guardemos la unidad y la hermandad.
Que el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en su espíritu amados hermanos, amén.




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