El amor es de Dios - Parte uno.
- Cuerpo Editorial
- 22 may 2021
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Hermanos en Cristo Jesús, Señor nuestro: paz, gracia y sabiduría sea a todos ustedes, en su espíritu.
Continuando con el desarrollo de la primera carta de Juan en su cuarto capítulo, versículos 7 al 21, se encuentra que el Espíritu Santo nos tiene una definición más amplia y completa que la que el apóstol Pablo mostró en su carta a los hermanos corintios por el mismo Espíritu.
Aquí vemos al amor como una esencia, una parte del ser de Dios. Dios es el amor, el amor nace de Dios y Dios puede dar amor porque Él es el amor mismo. Sin Dios, no hay amor. Sin amor, no hay Dios. Prácticamente estamos hablando de un sinónimo espiritual. Pero no nos adelantemos y vayamos en orden de lectura.
Inicia ésta con la recomendación (no obligada, sino más bien congruente con el mensaje: una invitación cordial a hacerse, no algo que se imponga so pena de castigo) de “amémonos unos a otros”.
¿Qué significa esto?
Que el amor como esencia debe otorgarse, darse, regalarse. No podemos conservar al amor dentro de nosotros porque no tiene sentido alguno. Si tengo dinero en exceso ¿qué hacer con él? ¿Invertirlo o guardarlo debajo del colchón? Definitivamente invertirlo, porque como mencioné tengo en exceso (es decir, no necesito ahorrarlo porque ya es sobrante y soy lo suficientemente cuerdo como para no malgastarlo) y quiero tener más, así que lo invierto en tantas instituciones bancarias, financieras o bursátiles como me alcance y según el tiempo acordado recoger mis réditos. Entre más invierta, más dinero tendré y por ende aseguro mi riqueza desde esa primera inversión. Bueno, esto mismo es el amor: el dinero espiritual de Dios que busca invirtamos en tantos bancos e instituciones como podamos (el prójimo, pero más los hermanos en la fe por Jesucristo).
Al ser depositarios del amor de Dios por gracia de nuestro Señor Jesucristo, debemos expandir esta riqueza a los pobres del mundo (quienes de plano la necesitan para ser notificados o rescatados) y es que el apóstol inicia con esta amable recomendación. Está el libre albedrío, así que hermanos, sean sabios y elijan invertir.
Pero, según la decisión, el mismo apóstol da el derrotero que constituye dicha lección.
Primero, dice: “Todo aquél que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Es decir, quienes de entre nosotros andemos por este camino, confirma nuestra esencia divina pues somos nacidos de Él siendo hijos y además, le conocemos, pues nos resulta familiar ser como Él. Si entre las familias, linajes y alcurnias del mundo las tradiciones, usos y costumbres les distinguen, ¿cuánto más el amor a los hijos de Dios en el mundo y en la Tierra?
En segundo lugar, comenta: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. En otras palabras, quien no ame, resulta ser un cuenta cuentos, un charlatán y un mentiroso, pues no puede conocer a Dios y al mismo tiempo no ser como Él o hacer las cosas que Él hace en el Espíritu.
El amor verdadero son hechos, no palabras. Como prueba, Juan nos revela que Dios, habiendo ya expresado por muchas palabras respecto a Su sentir por la Humanidad, refrendó tales dichos de amor sobre la base de enviar a Jesucristo al mundo para que vivamos por él. Una vez más profetizó jurando por sí mismo restauraría la casa de Israel con el establecimiento de un nuevo pacto autorizando a Su Hijo a signarlo en Su nombre. Pero esta casa no aceptó tal gracia y desechó este nuevo acuerdo, en virtud de lo cual se hizo extensiva al mundo gentil, en ese entonces ajeno a toda misericordia divina.
Pero este hecho (enviar a Jesús al mundo) es, además, la definición del amor mismo. Antes que nosotros pudiéramos sentir algo por Él, Él ya lo había sentido, desde que nos creó nos hizo semejantes a Él y conforme a Su imagen ¿no es esto amor? Y refrendó aún más el amor santo y puro de Él al enviar este mensaje en boca de su propio Hijo, nuestro Salvador, Señor y Maestro y por medio suyo, tener la añorada propiciación de nuestros pecados y los pecados.
Por esto además debemos amarnos. Si Dios ama indistintamente, nosotros debemos amar en igual condición, sobre todo a los de la fe en Cristo Jesús. Así que, nuestro amor no es por vista sino en el Espíritu. Siendo consecuentes con esto, la recompensa es que este amor espiritual de Dios se perfecciona en nosotros al dispensar entre nosotros pues sale de Dios y regresa a Él. Si yo tengo a Dios en mi y amo al hermano quien también tiene a Dios en él, entonces el amor sale de mí y vuelve a Quien me lo da: Dios. Si el hermano me ama, entonces el amor sale de él y entra en mí, regresando a Quien se lo dio: Dios. Invertimos mutuamente y la relación financiera es ganar-ganar.
Hasta aquí terminamos el tema, pues no queremos recortarlo, dado que alimento espiritual es demasiado y no querer dejar en el tintero todo el conocimiento espiritual en este tópico. El siguiente tema seguiremos ampliando esto.
La evidencia escrita puede hallarse en 1ª Juan 4:7-12. Que el amor, la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes amados, que puedan ser revelados y practicantes fieles de esta palabra, en su espíritu, amén.
7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
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