El verdadero mensaje antes del fin: siervo fiel y prudente
- Cuerpo Editorial

- 15 mar.
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Actualizado: 15 mar.
Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.
El Señor Jesucristo continuó hablando en el monte de los Olivos estas palabras dos días antes de ser apresado. El Señor Jesús sabía que su tiempo en la Tierra estaba ya muy cerca de concluir y en su alma tuvo el celo de seguir hablando por el Espíritu para seguir dándonos cátedras en cuanto a qué hacer en los postreros tiempos.
Este mensaje hallado en Mateo 24:45-51 (con el que también este extenso pero muy revelador contenido) ya habla en un tono más relajado, incluso más amoroso y ferviente de que sea escuchado por sus pequeñitos sentados a un lado de él. Mirándolos y siendo muy preciso nos comenta lo siguiente:
45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? 46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. 47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. 48 Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; 49 y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, 50 vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, 51 y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Sobrecoge y al mismo tiempo llena el alma de esperanza y gozo que, a pesar de padecer dentro de las próximas 48 horas nos habla sobre la metodología espiritual para ser hallados fieles y prudentes, pues nos describe el rol y función que tenemos que hacer como seres espirituales a cargo de la casa del Señor (la iglesia).
En un inicio es darles de comer a tiempo a los que forman parte de la casa. O sea, que nunca se deje de partir el pan y compartir las viandas espirituales (la palabra de Cristo) ni el vino (el Espíritu Santo) se agote. Es un deber diario: así como todos los días llenamos la barriga y bebemos nuestros dos litros de agua diario, así también ser constantes en este quehacer espiritual. Entre nosotros los hermanos en Cristo no podemos ponernos a dieta en los asuntos de edificarnos en la sana doctrina. Nunca permita Dios nos pase esto, porque si en lo terrenal el hambre hace fieras a los que desean satisfacerla en tiempos de hambruna y la inanición debilita hasta el más fuerte, si se deja de comer y beber a Cristo en la congregación, viene el hambre, la sed y tras estos: enfermedad y muerte. ATENCIÓN LAODICEA.
Si cuando venga el Señor halle a una congregación haciendo esto, comer y beber a Cristo en amor y edificación serán levantados en el aire y serán puestos en lugares de honra. Estos serán quienes los arrebatados de entre los que estaban en el campo y en la molienda.
Pero si porque el Señor Jesús no da muestra de que llega y se dedican algunos a cargo de las congregaciones a dejar de comer y beber a Cristo y en su lugar a maltratar a los hermanos con falsos mandamientos, mentiras y doctrinas extrañas y los someten en cárceles espirituales comiendo y bebiendo entre borrachos, es decir arrebatarle la congregación a Cristo para que sea su feudo personal y entonces sí, el Señor contra estos llegará como ladrón en la noche y le quitará su parte y suerte con los victoriosos: será el que está en el campo y la que está en la molienda y serán dejados aquí junto con los hipócritas. ¿Cuál es el castigo duro? Su llanto y crujir de dientes porque ahora sí pagarán con su dolor y sufrimiento la infidelidad de haber dejado hermanos en hambre y sed espirituales y ellos se dedicaron a ser ricos y poderosos. Se quedarán a padecer el flagelo del mundo al cual quisieron servir y los perseguirá de cualquier forma.
Ahora sí, cualquiera que no cuidó su estatus de salvación tendrá que tomar su decisión de mostrar arrepentimiento padeciendo para el Señor con muerte o bien dejarse sellar para “salvar el pellejo” y ser condenados eternamente.
¡El Señor nos libre de tal bajeza! Invoca con total fe, fervor, temor y temblor esta manada pequeña y aun por nuestra siguiente generación que nos libre de este terrible mal. Como ovejas y como rebaño clamamos y rogamos que el Padre, por medio de nuestro Señor Jesucristo nos tenga siempre bajo el sello de Filadelfia hasta que el último de nosotros parta con el Señor al Paraíso, ¡AMÉN!
Que el amor, la gracia, sabiduría y fe del Señor Jesucristo sea abundante en su espíritu, amados hermanos, amén.




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