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Jesús advierte sobre el periodo de angustia. 

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

De acuerdo con la cita hallada en Mateo 26:30-35 leemos:

30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

En el número anterior se habló en dos aspectos de la Cena del Señor Jesús en su institución. Se terminó con la entonación del himno, el Salmo 117 el cual glorifica a nuestro Padre por la misericordia que en ese entonces se iba a gestar y que ahora, casi 2,000 años después, ya disfrutamos y gozamos. Este Salmo es muy valioso porque el mismo Señor Jesús nos enseña como adorar al Padre.

Pero ahora, salen del aposento. Ya es de noche y comienza a cada segundo que pasa, el menguar del Señor Jesús como predicador, Profeta e Hijo del Hombre y empieza su rol de Cordero Inmolado, Pastor herido de muerte y la expiación hecha carne de los pecados de toda la Humanidad. En el monte de los Olivos, a donde iban para preparar todo el siguiente evento de prueba, Jesús de manera seria y franca les comenta que, de acuerdo con la profecía dicha por Zacarías siglos antes por mandato de Dios, el pastor de las ovejas habrá de ser herido, las ovejas dispersas y la parte escogida, la tercera, sometida a prueba de fuego, para ser purificada.

Los discípulos, después del gozo de la comunión ahora, tras escuchar estas palabras quedaron perplejos. Ellos obviamente no tenían acceso a la escritura, pero tras oír al Señor ser directo y ellos entender que se refería a sí mismo, comenzaron a sentirse angustiados. Sobre todo cuando les dijo que todos se escandalizarían de él, es decir, que le dejarían solo y huirían.

Su carne les comenzó a probar, pues no eran llenos del Espíritu todavía y recibieron con sorpresa y en parte negación el mensaje sincero. Nuestro hermano Pedro, en su natural impulso de lealtad afirmó que de parte suya no acontecería tal cosa. Sabemos en este tiempo el propósito de Pedro en este hecho, pero como quiera, nos parece necesario en esta ocasión explicarlo a detalle. Como anteriormente le fue revelado la palabra de poder que otorga la salvación: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”, el diablo le pidió a Pedro a Dios para probarlo y le fue concedido, tan sólo no tocaría su alma ni su vida, para que, por el mismo Pedro como apóstol, el enemigo fuese vencido. El diablo quería que Pedro negase a Cristo para que pudiese ser debilitado y derrotado; pero por eso Cristo Jesús, Señor nuestro se antepone y profetiza esto: “De cierto te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”. Con esto, el Señor demuestra que, aún menguado y en la carne era más poderoso que el príncipe de este mundo y el enemigo solo podría zarandear a Pedro por un corto periodo y no más, salvando el alma y la integridad de Pedro en el proceso. De modo que, esta caída, quedaría impregnada en la carne de Pedro y no en su alma.

De hecho, todos los demás, según está escrito, dijeron lo mismo, en un afán de mostrar humanamente unidad y lealtad. Por eso mismo amados hermanos, la lección hoy es que cuando afirmemos cosas, sean nacidas por el Espíritu Santo, encomendadas con fe en el nombre del Señor Jesucristo y no meras palabras y promesas almáticas o en la carne, es decir, sin sinceridad espiritual: Dios nada tiene que ver con la carne y el Señor Jesús no aprueba hablemos de más.

Mesura y prudencia, porque a la verdad, nuestros hermanos discípulos de aquel entonces no estaban llenos del Espíritu en ese momento y ahora en estos tiempos, nosotros sí. De manera que, actuemos como hombres y mujeres espirituales y no obedeciendo a pasiones y sentimientos de la carne o el alma.

Continuaron caminando un trayecto más y en la siguiente entrega hablaremos en el nombre del Señor Jesús sobre estos hechos, por ahora, nos despedimos diciendo:

Que el amor, la gracia, el gozo y la paz del Señor Jesucristo esté en todos ustedes, amados hermanos, amén.

 


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