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Las diez vírgenes son…

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 22 mar
  • 6 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

El Señor Jesucristo ahora se enfoca en dejarnos información precisa a nosotros sus escogidos sobre lo importante, no la fecha sino el testimonio y poder del Espíritu mostrados, cuando él venga. Se inicia ahora el capítulo 25, cuyo contenido son tres parábolas poderosas de información veraz y crítica para los últimos tiempos, pues no todos los hermanos serán arrebatados. Los menos fuertes, los que menos obedecieron y quienes son faltos de fe y amor se quedarán a expiar su pecado ya no como iglesia, sino como parte de los santos que serán perseguidos por los secuaces enemigos de Dios en aquel tiempo.

¿De terror? Pues, más que terror, es lo justo, porque quienes sí se preocuparon por ser fieles, trabajar, velar y orar no deberían tener igual trato que los arriba mencionados. Por tanto, si realmente quieren ser salvos ahora tendrán que luchar por mantener la salvación, por cuanto no cuidaron su dignidad y menospreciaron el santo nombre de nuestro Señor Jesucristo, así como su palabra en el nuevo pacto durante su tiempo de iglesia como se leerá mejor más adelante en esta entrega.

Este mensaje hallado en Mateo 25:1-13 asemeja el reino de los cielos, es decir el testimonio de la eficacia de la palabra en el corazón de los creyentes, con diez vírgenes; en otras palabras, al quehacer de los creyentes en aquellos días donde ya Laodicea está en decadencia y los otros espíritus de iglesia están prácticamente extintos. Leamos el contexto del evangelio:

Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. 2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. 3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. 5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. 6 Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. 8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. 9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. 10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. 13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.

Las diez vírgenes son diez testimonios, diez congregaciones, diez hermanos que esperan la venida del Señor, que ya está muy cerca, es decir, en el último día antes de su llegada (se habla tanto metafórica como literalmente). Entonces, recordando la otra premisa dicha del Señor Jesús (¿Cuándo el Hijo del Hombre venga ¿hallará fe en la Tierra?) quiere decir que todos estarán despertando de su sueño.

Alrededor de la medianoche fue cuando el Señor Jesús fue apresado (cercano a 48 horas después de haberles dicho este mensaje en el monte de los Olivos) y así será cuando el Señor regrese, a la medianoche de ese tiempo, el equivalente a 48 horas antes de que él caiga sobre el mundo. Ahora bien, no importa la hora literal porque son el testimonio y el quehacer lo que el Señor juzgará entre a quienes levante y a quienes deje.

El aceite es la unción del Espíritu Santo en activo y las obras que hace en la vida de las diez vírgenes prudentes, las vasijas de las prudentes es la palabra, la sana doctrina de Cristo que ellas se toman la responsabilidad de mostrar.

Las diez insensatas son aquellas personas quienes, tras haber sido avisadas, enseñadas, llevadas por el Camino se negaron a ser fieles, es decir, realizaron obras en apariencia buenas, pero sin sustento. No se guiaban por el Espíritu Santo, sino por otros espíritus (codicia, soberbia, vanidad, negligencia, mundanidad, etcétera) y no se preocuparon por tener la ley de Cristo consigo -mandamientos, promesas u ordenanzas- como tampoco dar testimonio de él ante el mundo.

Todas fueron compradas a precio de sangre, todas fueron encauzadas a ser desposadas de Cristo, pero de estas diez congregaciones solo cinco cuidaron tener a Cristo en su seno y las otras cinco dieron lugar al mundo y sus perversiones.

Sin embargo, la noche es larga (alrededor de 5 horas) y todas terminaron cabeceando y durmiendo) es decir, batallaron en permanecer fieles, porque la carne es débil y en los últimos tiempos será una colosal tarea permanecer firmes porque cada vez más el amor de Dios hallará más rechazo de los hombres y las congregaciones serán cada vez más seducidas a sacar a Jesucristo de sus lugares de reunión como la preeminencia de todo.

Ya en la inmediatez de la medianoche (un minuto antes, la señal manifiesta de su llegada es) y todas presurosas se despiertan y tratan de estar listas llenas de expectante ansiedad salen a su encuentro. Pero como las negligentes, por no haber escuchado y seguir el consejo, amonestación y disciplina a tiempo, lo fútil de sus obras comienza a desvanecerse -la luz de sus lámparas se apaga- y ahí es donde se percibe el verdadero terror, pues la conciencia que acusa que son faltos se muestra mordaz. En su desesperación, urgen compartir el aceite de las vasijas de las otras, pero no hay que olvidar que las vasijas no son grandes depósitos de aceite, sino solo la cantidad necesaria para ser levantados. Es decir, lo poco que les pide el Señor Jesús a los de Laodicea y alguna otras almas de otro espíritu como Éfeso, Pérgamo, Tiatira o Sardis (Esmirna y Filadelfia no estarán más en el mundo en ese entonces, ya todos habrán partido). Además, el testimonio, el Espíritu y las obras espirituales NO SON TRANSFERIBLES, cada quien es responsable de cuidar su propia salvación, por eso las prudentes niegan la dádiva. Pero todavía les dan un último consejo: comprar en la tienda más aceite: al Señor Jesús cuando decía “yo te aconsejo que de mi compres el oro refinado en fuego…” justamente a Laodicea, pero en ese instante será demasiado tarde, pues en lo que ellas van y vienen el Señor llega y se lleva lo que está listo. Cuando ellas tratan de demostrar que por fin fueron obedientes, en realidad será un acto de desobediencia, pues el mandato era estar listas cuando llegara y no lo estuvieron, por eso cuando se enteran y van y tocan a las puertas ya no serán escuchadas, pues tras leer los mensajes de advertencia del Señor Jesús a estas iglesias no hicieron caso de todo lo que les dijo que hicieran, no hicieran y se guardaran.

¿Por qué el Señor les declara que no las conoce, dejándolas afuera? Porque estuvieron en la congregación, pero no eran de la congregación, eran estadística de asistencia: hipócritas, distraídos, negligentes y gente que no tomó en serio lo hermoso de ser creyente. Y ahora, si ellos quieren ser salvos, tendrán que pagar el precio de creer en el nuevo tiempo apocalíptico de los santos perseguidos y quien no caiga presa de ser sellado por la bestia y confiese el nombre del Señor Jesucristo será salvo, aunque le cueste la vida en esta dimensión. Y no los conoce porque no lo conocieron a él. Fingieron amarlo, respetarlo, confesarlo u obedecerlo. No dejaron que el Señor Jesús reinase en su corazón. Sí, lo nombraron, pero no le fueron fieles; hablaron de él, pero no creían en él; sí le cantaron, pero no sintieron fervor por alabarle en hechos. Esto es a lo que hay que sentir temor y temblor, no terror: a no ser fieles.

Por eso el Señor vuelve a insistir con VELAR, porque velando es como mantenemos nuestro hacer, pensar y sentir con respecto a Cristo. Velar es mantenerse despierto no dejando ser adormilados por los placeres del mundo, los efluvios de la carne y los dardos seductores del enemigo acechante. No negar la eficacia del evangelio y procurar seguir el orden de congregación poniendo siempre en el primer y único lugar a Jesucristo en medio de la congregación.

Y también confirma que nadie sabe la hora ni el día de cuando venga el Hijo del Hombre: por tanto, NADIE tendrá esta información y si alguien sigue en pos de esa necia rebeldía y apostasía, apártense de tales buscadores de engaños. Nunca el Espíritu Santo ni el Señor Jesús revelarán esto. NUNCA. Saber leer los tiempos es para estar cuidando el testimonio, no para tener la exclusiva y pregonarla soezmente.

Esta primera parábola habla sobre quienes serán dejados y quienes serán levantados. No es para el mundo. Las otras dos parábolas hablan de otras circunstancias y características de la iglesia para ser observadas desde ya antes que aquellos días acontezcan que serán vistos en su momento.

Que el amor, la gracia, sabiduría y fe del Señor Jesucristo sea abundante en su espíritu, amados hermanos, amén.

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