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Nunca jamás nazca de ti fruto.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 12 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Vimos cómo el Señor vio el repudio de la ciudad que no le conoció en su visitación según lo predicho antes; en segunda instancia, enojado profirió palabras de juicio contra la maldad del pueblo israelita de no creerle y burlarse de él.

Fueron dos señales que pudieron evitarse si la gente creyera en el evangelio de Jesús. Pero no lo hicieron. La indiferencia y la deshonestidad son dos actos humanos que implican una falta del amor de Dios.

Lean por favor el siguiente pasaje, Mateo 21:18-22 que dice:

18 Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. 19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. 20 Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? 21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Jesús salió de la ciudad porque la gente idólatra y los acólitos del sanedrín querían golpearlo tras haber exhibido su despropósito de no servir a Dios sino a sus bolsillos y porque no halló cabida en ella.

Así que, como futuro rey demandó fruto de dignidad al sistema religioso y a la nación en su ser y proceder al tener hambre al llegar a la ciudad de nuevo y no lo halló. Esa higuera, llamada Israel, fue visitada por segunda vez y Jesús, hambriento de fruto de amor, obediencia, esperanza y gozo, al verse desprovisto de algo qué rescatar es que maldice la esencia terrenal y espiritual de ese rito, el amor al templo y al dinero, al nombre y estructura de la ciudad, así como la nación en su existencia como modo de agradar a Dios.

Hay que aclarar que maldición no es sinónimo de condenación, sino un mensaje de pérdida de confianza para siempre, hasta que él regrese a poner orden en la casa. Jesucristo quiso comer fruto de Dios en la figura de Israel: se quedó con hambre.

Por tanto, ningún apego puede primar sobre la fe.

Los discípulos quedaron maravillados, sorprendidos al ver que la higuera se secó desde la raíz, que simboliza el inútil rol de seguir ese camino para agradar al Padre por medio de la ley con ese rito ahora de demonios. Obviamente le preguntaron sobre la acción física, mas no sobre el simbolismo del plano espiritual.  Consciente de ello, el Señor Jesús habla de manera figurada pues hasta que llegase el Espíritu, ellos serían revelados de este asunto y no antes.

La fe que el pueblo judío dejó perder y entregó a lo que el enemigo dispone en voluntad, conciencia y rencillas, provocó esta palabra poderosa, pero de temor.

La explicación sobre el porqué es la ira por la desatención frívola hacia la confianza en Dios. Y no debe emocionarnos el ocaso de Israel, pues lo que despreció y tuvo a menos era más relevante que ser liberados de una civilización violenta. Debieron haber creído que Jesucristo es el Enviado de Dios y así, el Señor les hubiera liberado del yugo romano, pero ya no habría caudillaje sino iglesia. Los imposibles son lo que podremos tener conforme a la lealtad a la palabra de nuestro Señor Jesucristo. El monte representa todo lo que estorba a la comunión perfecta con Dios y lo que evita que alcancemos a la perfección espiritual que podremos aspirar y el pueblo judío no quiso siquiera atisbar a conocer.

El poder de la oración es más grande que el poder balístico, la oración mueve más que un amago o invasión. La rogativa ennoblece a quien la ejerce y distingue a quien la practica sinceramente. El Señor Jesús en una tercera y última oportunidad dio manera a que el pueblo se acercara y restableciera y ahora la Iglesia ocupa su lugar. En la nueva ciudad, solo el remanente podrá poblar que son creyentes que renunciaron al estilo religioso de antes.

La clave es creer. Lo crítico es tener la seguridad y paciencia para hablar con Dios y suplicar por lo que conviene y ahora la Iglesia lo ejerce: los hermanos comprometidos en lo anónimo aportan su granito de arena para llevar la palabra y también demostrar el poder de Dios.

Todo esto se dejó ganar Israel y ahora jamás volverá a dar fruto para Dios por sí mismo tampoco Jerusalén tiene estima hasta que aprenda a alabar al Rey. Solo quienes le alaben de corazón serán los escogidos. Los demás quienes no creen serán echados fuera del gozo y salvación.

Ahora a nosotros se nos demanda no dejar de creer para orar y atar o desatar de los cielos lo que se necesite.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

 


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