Parte 2 - Descarga de pruebas: Primer, segundo y tercer Ayes
- Cuerpo Editorial
- 28 dic 2024
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Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.
En la Parte 1, el Señor Jesús con el poder que lo caracteriza comienza a dar un muy aleccionador discurso cuyo mensaje es palabra de vida para nosotros sus ovejas. Da consejos y advertencias, para preparar el justo juicio que hace sobre la pecaminosa forma de actuar de quienes se ufanaban de ser los representantes de Dios ante el pueblo.
Ahora, leamos con sumo gozo, pero también con devoto respeto y formalidad el texto que nos compete analizar por el Espíritu el día de hoy, Mateo 23: 13-15, que dice:
13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. 14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
Tres versículos, tres ayes muy reveladores. Jesús hace lamentación por aquellos desdichados seres que amaron la maldad y no el servicio al Dios Vivo. Hijos de Satanás, cambiaron el fervor de ser instrumentos de la obediencia y administración de los mandamientos del Padre por el ansia y la obsesión de ser ellos los objetos de culto, ser ellos los acaparadores de las riquezas ofrendadas a Dios y convertir en negocio familiar al sacerdocio.
El primer Ay denuncia la desviación de la fe por causa de moralidades perversas. Exhibe nuestro Señor Jesús, como Maestro (sabe a ciencia cierta de lo que habla) y Señor (regente de los intereses de Dios). El Señor los exhibe ante Dios, los ángeles y al mundo entero después de esa generación el terrible y vil de su mal hacer. Ante toda la Creación presente y futura los dejó como criminales de almas, pues textualmente afirma que: “cerráis el reino de los cielos delante de los hombres…” expresando la total conciencia de lo que hacen. Condena esa decisión de torcer el espíritu de amor, disciplina y lealtad de la ley para crear en su lugar una religión castrante, condenatoria y esquilmante de un pueblo (que tampoco pudo y quiso ser fiel). Impuso reglas a las reglas ya establecidas, creó mecanismos alternos a lo que Dios dispuso para obtener beneficios extras y se alió con el mundo, al establecer pactos con políticos y reyes con el fin de someterlos en una creencia cara, absurda y casi imposible de lograr. Los pagos continuados para lograr “gracia” y la comercialización del perdón fue lo que hicieron a través de los años, hasta ver la sucia mercadería justo afuera del templo (y por eso habla con dureza al decirles HIPÓCRITAS). Hasta el creyente más fiel, pudo haber desistido en creer en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob porque no tenían acceso a la escritura fuera de la sinagoga, dependían en mucho de los intérpretes, rabinos y escribas y todo era prácticamente en la oralidad.
O sea, en lo que oyesen que decían ellos. Este es el crimen: el pueblo creía los que ellos decían sin ellos en ese entonces poder consultar la verdad de estos dichos. Mintiendo delante de Dios al declarar como verdad sus arbitrariedades como si Dios lo mandase ¿Acaso hay algo parecido en la actualidad? ¿No parece una realidad en esta sociedad, quizá?
No solamente eso, viene la segunda parte de la lamentación: “…pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. Es el plan maestro de todo hacedor de maldad. Sabe que no es salvo, no quiere ser salvo y tampoco quiere que otros sean salvos. Por eso, oculta tanto la Verdad como al Verdadero a toda costa.
Ese deseo maldito de ver morir a otros, ese odio a Dios y a Cristo de tener un corazón más negro y más duro que el diamante para no tener siguiera un poco de misericordia, un ápice de empatía y un suspiro de lástima. Ese amor al dinero, a sí mismo, al poder, la fama y todo lo que el mundo ofrece los tiene como verdaderos zombis. Muertos que respiran, comen y viven la maldad a todo lo que da. Aprendieron del diablo y perfeccionaron sus técnicas para hurtar, matar y destruir toda buena obra de Dios.
Hacen lo que sea para tener a tantos cautivos como su ansia de ser señores, amos y dueños les exija. Su alma hiede a peste corruptora y todos los que están cerca de este hacedor de maldad se contaminan. No permitir conocer la libertad de Jesucristo, tergiversar la palabra de Dios y su amor y negar la eficacia del Espíritu Santo son algunas de sus peores agravantes.
En muy pocas frases nuestro amado Señor Jesús los describe de cuerpo entero y ellos lo oyeron y quedaron estupefactos, pero igualmente airados. Sabían que decía verdad, pero el Señor los acalló para que siguieran oyendo todo lo que faltaba. Este es el momento precioso en que Jesús nos enseña a cómo juzgar asuntos de importancia. Aquí no intenta ni en lo más mínimo fungir como Salvador porque habla de seres ya perdidos por decisión propia. Recordamos que ellos son los enemigos de Cristo.
Les denomina hipócritas porque eso es lo que son: seres que fingen piedad, simulan amor, aparentan fe y hacen creer a los ingenuos que son seres nobles enviados del cielo, cuando en realidad solo buscan almas que los adoren, mantengan y vitoreen.
Sigamos ahora con el segundo Ay, dice Jesús de ellos: “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque devoráis las casas de las viudas y como pretexto hacéis largas oraciones…” Denuncia el hecho del despojo y robo en despoblado de las viudas: mujeres solas sin el soporte de su marido ya fallecido para subsistir, dejándolas en la mendicidad y en la calle al quitarles el poco patrimonio que tuvieran (sobre todo si no tuviesen hijos que viesen por ellas).
La ley era muy clara de cuidar a los huérfanos, a los extranjeros, apoyar a los pobres, no sobrecargar a las viudas y ellos hicieron exactamente lo contrario. A pretexto de no cumplir con imposiciones de hombres de pago de impuestos, les embargaban las casas y como excusaba oraban huecamente al Señor. Hacían pensar y ver que era obra de Dios dejar a las viudas sin hogar, usaban la oración como sucio medio de propaganda y en vano nombraban a Dios para justificar su latrocinio. Este crimen viene con el agravante de intentar meter a Dios en sus decisiones malévolas y por lo tanto, tienen mayor castigo. Ya estaban condenados y ahora más, por cuanto usan a Dios como escudo. Y aún continúa a la fecha con esos desalmados malhechores, por eso agrega Jesús: “…por esto recibiréis mayor condenación”.
El tercer Ay es igual de terrible. No solamente que deciden perderse porque odian con todas sus fuerzas a Quien les permitió nacer, vivir, crecer y desarrollarse; ahora roban y despojan a todo quien se deje ¿falta algo más? ¡Sí! ¡Hay que encontrar quien perpetúe el crimen! El legado de seguir haciendo el mal de generación en generación si es posible, con la gente de confianza: la heredad de pecar, su otro verdadero afán.
Estos perversos buscan prosélitos donde sea que los puedan encontrar: gente servil, taimada; gente que, sabiendo el mal que hacen les agrada y lo sienten como vocación de vida, trabajo muy lucrativo y de fácil aprendizaje. Aprendices del error, alumnos del pecado y practicantes de toda injusticia son todos aquellos jóvenes y criados, empleados y asistentes quienes en su conciencia saben que hacen mal, pero la cauterizan al ser cómplices, apoyadores, gestores y constructores de estos emporios del pecado.
Son doblemente hijos del infierno porque ellos pudieron haber dicho no, pero entregaron su alma a un hombre. En el caso de sus tutores, son condenados porque siguieron a un espíritu del mal, creyeron en su mala conciencia y ellos son los forjadores. En el caso de los prosélitos, nunca fueron salvos y tienen doble porción de castigo por creer, amar y adorar a un hombre antes que a Dios. También porque fueron hallados para este propósito y ellos fueron seducidos casi instantáneamente de aprender a ser todavía más malos.
Como podemos ver, el Juez en la tierra, el Rey de Reyes y el Señor de Señores hace gala de su poder de juzgar, aun estando en la carne como pequeña muestra de cómo será implacable cuando esté en su forma espiritual, poderosa, invencible y reinante.
Y esto, queridos hermanos, es solo el comienzo.
Deleitémonos y gocémonos con profundo respeto en Aquel quien murió por nosotros, incluso por aquellos a quienes ahora deja sin defensa a los adversarios con la salvedad que ellos lo rechazaron y él lo sabe, Así defiende nuestras causas el Señor y así luchará y vencerá al enemigo.
Glorificado sea el Padre en el nombre del Señor Jesús por esta dicha de ser parte de la herencia espiritual y nos libra de ser la simiente de los malditos y condenados.
Que el amor, la gracia, sabiduría y fe del Señor Jesucristo sea abundante en su espíritu, amados hermanos, amén.
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