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Parte 5: Séptimo y Octavo Ayes

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 18 ene
  • 4 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Hablando de juicios como lo que se especula ante ciertos hechos actuales de incendios, terremotos, violencia, flagelos climáticos, etcétera, el Señor Jesús en su tiempo en la carne hizo lo propio contra los burladores de la fe, los mercenarios del mandamiento y los torcedores de la ley.

No iba nuestro amado Salvador y Maestro a dejar impune esta grotesca actitud y funesta voluntad de causar el mal.

En Mateo 23:27-32 sigue dando cátedra nuestro flamante y poderoso Abogado defensor sobre cómo puede dejar descubierta la mala obra, la mala entraña y, por tanto, la mala idea de no ver lo que es la verdad y querer seguir siendo esclavos de la mentira.

El Señor Jesús habla directamente hacia estos enemigos impíos delante de Dios, de los ángeles, del pueblo y aun delante de los demonios para dejar en claro que contra su palabra nadie puede prevalecer y estos acusados serán enjuiciados por sus obras y no hay quien los defienda. De igual forma, el pueblo, al ser escucha, es ahora impelido a tomar postura respecto a ellos: seguir creyendo en sus falacias o bien, voltear a ver a Dios. El tiempo de ruptura y definición llegó, aunque falta la prueba final de este rompimiento más adelante. Leamos para ser sabios:

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!

La lamentación despectiva contra estos artífices de maldad llega con la descripción de hipócritas. De nuevo, les llama simuladores, falsarios, doble rasero, doble cara y doble moral en todo su ser. No hay en ellos santidad, pureza, amor, fe o agrado de Dios. Al contrario, les llama sepulcros blanqueados, es decir, hedor de muerte, peste de carroña, abominación de corrupción y tóxico ambiente en el interior de ellos.

Estar cerca de ellos equivale a vivir en un camposanto: convivir con huesos y muertos, cadáveres enterrados en proceso de putrefacción ¿Qué podría salir mal? Fuera de infecciones, gangrena, intoxicación y muerte es lo que se puede esperar de esta tonta acción.

En lo físico es obvio, pero en lo espiritual es muy difícil de ver. ¿Cuántas personas no conocemos atadas a estos malhechores creyendo que son servidores del Altísimo? ¿Cuántos defienden a capa y espada su forma de ser y estar y se cierran airados de oír evidencia contra sus paladines de la mentira?

Los fariseos y escribas hipócritas están inmundos, son aborrecibles y están sucios y contaminados en todo lo que dicen, hacen y piensan. Dios los vomita y los tiene alejados de Su presencia y en la eternidad ya tiene su condenación, los llama el Señor inicuos, porque no cuidan lo santo, la verdad y lo puro.

Luego, les llama hipócritas porque fingen honrar y admirar a los siervos de Dios quienes ofrendaron su vida en servicio de llevar al pueblo por el camino de la voluntad de Dios, pero realmente confabulan como sus ancestros contra todo el que quiera salirse de sus garras. Persiguen a los contrarios, les encarcelan, les flagelan, les humillan y los matan sin pudor alguno. Después sus descendientes repiten el ciclo perverso.

Pero estos no quedarán impunes, porque a la Promesa hecha carne quieren matarlo y deshacerse de él. Lo harán porque Dios lo permite y forma parte de Su plan, pero ellos serán reos de esa sangre justa derramada. Por eso ya están condenados, porque su maldad los enloqueció y su odio los cegó para no ver y no pensar.

Una persona entregada a la maldad es básicamente un muerto viviente. Y estos de los que habla el Señor Jesús llenan la medida de sus padres. Es decir, están cortados con el mismo molde. Hacen lo que hicieron los anteriores y aún perfeccionan su maldad. Por eso el Señor habla de ellos con mucho celo, porque ellos no tienen conciencia del peligro y añoran más ascuas sobre su cabeza.

Finalmente, el Señor Jesús los aparta del pueblo, los corta, los escinde para tenerlos en esa categoría donde no hay retorno ni hay esperanza. El pueblo tiene la atenuante que no tenía acceso a los rollos y que no todo el pueblo sabía interpretar la ley; mas después de esto, ya tienen que tomar postura y no pecar de ingenuos.

Amados, en estos días es el mismo celo que debemos tener contra quienes en pleno uso de su conciencia y sin reparo alguno hacen maldad, aman la maldad y odian a la Verdad. No podemos permitir hallen cobijo en nuestras congregaciones, hay que enfrentarlos y confrontarlos, echarlos fuera y ponerles el sello de publicanos y enemigos de la fe. Ninguna consideración a favor de ellos, porque ellos ciertamente no la tienen.

En estos tiempos donde la fe se debilita en el mundo porque Laodicea coquetea con el mismo enemigo al aceptar doctrinas demoniacas, patrañas abominables y echar fuera al mismo Señor en su palabra porque es incómoda, es donde tenemos que salir de esos lugares vanos y llenos de hipocresía. No tengamos miedo, sino adoptemos esta actitud del Señor Jesús por medio del Espíritu Santo de Dios para defender la fe, el testimonio, la verdad y lo justo bueno delante de Dios.

Que el amor, la gracia, sabiduría y fe del Señor Jesucristo sea abundante en su espíritu, amados hermanos, amén.


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