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 Parte 6: Sentencia final

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 25 ene
  • 5 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

En los últimos números desde el blog 554 hasta el presente, hemos tratado de meditar en el Espíritu y tomar nota de todo el ambiente alrededor de este mensaje de juicio de nuestro Señor Jesús ante el clero judío, empeñado en destruirlo debido a que señalaba lo podrido, corrupto, malicioso e hipócrita de sus miembros. En esta entrega culminamos cuando el Señor, terminando su mensaje contra ellos, les expone la causa por la cual son excluidos de toda misericordia y redención. Sí lo antes mencionado eran atenuantes a sus crímenes espirituales suficientes para esta misma sentencia, lo que a continuación veremos les dejará en shock. Leamos en Mateo 23:33-36 lo que nos deja el Espíritu Santo como evidencia para comprensión, aprendizaje y aplicación en nuestros días y los venideros hasta antes de su venida:

33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? 34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; 35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. 36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

Leamos muy bien el texto y ahora, ofrecemos una sinopsis de los hechos que remarca el Señor Jesús como punto de inicio y final: las muertes de Abel, a quien él llama justo; y Zacarías, hijo de Berequías, el sumo sacerdote Joiada en tiempos del rey Joás, siervo fiel a Dios, quien al morir clamó por justica.

Antes del contexto mencionar que el Señor Jesús sobre esa generación vertió el cáliz de la ira de Dios, porque él mismo habría de ser muerto por ellos, para completar el círculo de la deshonra y el ciclo de la ley y el reino físico de Israel por manos de hombres.

En el primer evento, Abel fue el primer muerto en toda la Historia de la Humanidad y fue muerto antes de tiempo, por maldad y por envidia, es decir, no fue Dios quien le requiriera el hálito de vida: el primer homicidio de incontables. Murió porque su ofrenda a Dios fue otorgar todo lo mejor de lo que tenía de ganado, sabiendo que el Creador era merecedor (y lo es) de lo mejor que nosotros tengamos por fidelidad, amor, fe y lealtad. Su hermano Caín estuvo siempre inmerso en el arduo trabajo y por ende se creyó que él era el merecedor de todo lo mejor de la cosecha y que Dios aceptaría cualquier cosa sobrante. La renunciación para el bien del prójimo, es este caso el mismo Dios, es lo que valoró el Señor y vio con agrado el sacrificio de amor de Abel, y vio con desdén la hipocresía de Caín y el falso esfuerzo de obedecer, pues retuvo lo mejor para dar lo peor de sí. Abel tuvo una vocación y fue cortado de tajo, antes del final de los días dispuestos por Dios. Caín tuvo descendencia y dejó su semilla del mal dispersa en las siguientes generaciones.

En el segundo evento, Zacarías fue un hijo del recién muerto Joiada, sacerdote entregado a Dios y obediente en restaurar el culto a Dios después de los reinados de Ocozías y Atalía, quienes descaradamente saquearon las cosas de valor del templo de Dios para derroche en abominaciones. El rey Joás de Judá, contemporáneo de Joiada, tuvo el agrado de servir a Dios para recolectar fondos y restituir lo que el templo tuvo antes de este periodo de oscuridad en el reino de Judá. Sin embargo, el sacerdote envejece y muere al poco tiempo y tras su funeral el rey olvida el pacto con Dios y continúa con la abominación de volver a cultos paganos.

Dios envió profetas y fueron desoídos y luego por el Espíritu levanta a Zacarías para que, puesto de pie donde podía ser visto por todos le dictó un juicio al rey, por su necedad de haber vuelto a lo pagano. Este encoleriza y lo manda perseguir, quien fue al templo y ahí fue cobardemente asesinado con la complacencia del rey. Al morir antes de tiempo, pero con la consigna de haber servido a Dios, reclamó justicia por su sangre.

Y así entre estos dos justos, hubo mucha sangre inocente derramada, como la de Nabot y otros más por mera maldad y cosas absurdas.

Y por esto sentencia el Señor Jesús, con la autoridad de los cielos esta sangre y coloca el peso del hedor del pecado en esta generación, porque fue la visitada y lo rechazó, en ella llegó el Profeta anunciado y fue vituperado y el Mesías se paseó entre ellos y fue muerto. También el sacerdocio conspiró en su gran mayoría como en los días de Zacarías y el pueblo fue azuzado a reclamar la vida de Cristo. Por eso les llama por su condición y su esencia: serpientes (seres rastreros, enemigos naturales de la humanidad, ponzoñosos y no confiables); generación de víboras: cofradía de alimañas indeseables, animales abominables y seres despreciables inútiles a todo lo bueno.

Les pregunta retóricamente: ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno? No hay modo. La sentencia se ha dictado y mediante una pregunta con respuesta desfavorable es como ellos asienten su fatal destino con orgullo y aún con más ahínco lo odiaron hasta la muerte.

Y precisamente les refresca la memoria: en no pocas ocasiones Dios Jehová se cansó de enviar voceros suyos que hablasen de regresar a Su Camino y Voluntad, a no dejarlo por otras falsas deidades y que fuesen fieles, de amonestar y reprender la indisciplina, pero fueron hechos víctimas por causa de la justicia: muertos, perseguidos, azotados, crucificados, aserrados, encarcelados y demás actos oprobiosos como si de criminales comunes se tratase.

Recién Cristo les recordó que llenaban la medida de sus padres ¡y de qué manera! ¡Privando al mismísimo Hijo de Dios de su vida! (ya sabemos que fue voluntad de Dios así pasase) un poco más adelante. Da seña de los actos sin titubear y remata con firmeza: De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¿Por qué? Pues porque solo ellos pudieron oír y ver cara a cara la Promesa cumplida y por acción ejecutiva de Dios y no le creyeron y lo mataron cual Cordero que es inmolado. Por eso aun la sangre de ellos y de Cristo pesa como lastre condenatorio. Los judaizantes son los nuevos enemigos a derrotar y debemos ser celosos en la fe para combatirlos exhibiéndoles y echándoles fuera, porque son como aquellos fariseos y escribas contra quienes el juicio de Cristo vino.

Que el amor, la gracia, sabiduría y fe del Señor Jesucristo sea abundante en su espíritu, amados hermanos, amén.

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