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Teniendo al esposo consigo no pueden ayunar. 

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 6 dic
  • 3 Min. de lectura

Amados hermanos nuestros: que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.

Las obras de la carne siempre buscan ser vistosas y las obras del Espíritu siempre tendientes a mostrar las bondades del Padre a través de Cristo. En todo el mundo y en cada época siempre hay promotores de maldad y vanidad que buscan enorgullecerse de sus quehaceres terrenales pensando que así sirven a Dios, pues mente de bestia tienen y no de un ser rectificado y justificado, un nuevo tipo de hombre, pulido por Cristo, de esencia espiritual.

Las acciones que se hagan para Dios se hacen, no para ser publicitadas y pregonadas en primera persona, pues deja de tener valor y se convierte en una obra de vanidad, y por tanto, maldad.

Leamos por favor lo que menciona Marcos 2:18-20:

18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? 19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. 20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.

Los religiosos siempre buscan imponer su criterio a la mente de Cristo y a la voluntad de Dios. Sus dichos y hechos tienen porque sí prevalecer sobre la humildad, la discreción y fervoroso amor de sacrificar.

En el caso literal, aquellos seres cavilosos y porfiados observaban la libertad notoria de los discípulos de Cristo en su primer amor como niños -siendo adultos- y nadie se los impedía. Molestaba a esos falsos moralistas, que los discípulos estuviesen alegres, serviciales, retozando y acompañando a su Maestro sin congojas y pesares.

Tanto molestó esa libertad, ese gozo y esa actitud tan desinteresada y desafanada -aparentemente- que cuestionaron al mismísimo Señor Jesús sobre este asunto con jactancia y petulancia.

Nuestro amado Señor y Salvador, ni tardo ni perezoso revira su altanería con humilde sabiduría de que, mientras el esposo, él mismo, estuviera con ellos a su lado, no dejarían de ser así. ¿Por qué ayunaban estos prosélitos de ellos y de Juan?

Porque Juan ya estaba encarcelado y esperaba el momento de su liberación. Naturalmente no tendrían por qué alegrarse y seguramente en actos de solidaridad y empatía, también trataban de ser solidarios, quizá orando por la vida y salud de su maestro y guía y dejando de comer y beber, estando en modo adusto y notorio. Pero haciendo esto era desoír el mensaje del Bautista pues él mismo había declarado que alguien más poderoso que él ya había llegado. De modo que, para tapar las apariencias de su sordera y nula comprensión de los hechos y dichos del Espíritu.

¿Y respecto a los de los fariseos? Pues engañados, adoctrinados, seducidos y conmovidos a reclutar más almas ingenuas. Ayunaban porque querían la gloria política, militar y cultural de un nuevo reino de Israel sin el sobajamiento de los gentiles romanos. Simulaban dolor, pesar y contrición de espíritu hacia el prójimo.

Y Jesús les responde que estando él presente no tendrían por qué doblar rodilla en pobreza de espíritu. Cuando hay gozo hay que manifestarlo en ese momento para que su Señor los acompañe. Declara luego que habrá días donde esos apóstoles vendrían a hacer el ayuno, debido a la persecución que por causa de la defensa de la fe padecerían. No tanto como equilibrio, sino como señal que ellos hacen el ayuno por su gusto y no con sinceridad y el ayuno de los discípulos de ellos será por causa de la maldad de ellos cuando les arrebaten al esposo, al menos por ese tiempo.

De modo que, hermanos, el ayuno no es para presumirse sino para realizarse con formal relación de estar al servicio de Dios y no para causar lástima a los hombres. Si Cristo vive ya en nosotros no tendremos por qué ayunar como hacen los hipócritas, en todo caso, ayunar en espíritu y no conforme a la carne. Sufrir la aflicción de la renunciación y dejar ir a la vieja criatura a la muerte.

En el siguiente relato espiritual se explicará por qué las obras de ellos son viejas y vanas y por qué el gozo de Cristo es nuevo, completo y vivificante.

Por ahora:

Que la paz, gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados lectores, amén.

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