Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios
- Cuerpo Editorial
- 30 may 2021
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Vasos de honra, colaboradores y creyentes del Señor Jesucristo, por la gracia salvadora del Padre: que el amor, la gracia, el poder y la paz del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amén. Desde el noreste mexicano les extendemos un ósculo y abrazos santos y espirituales para ustedes, donde quiera que se encuentren, amén.
Culmina la primera carta, sin embargo, el quinto y último capítulo está tan lleno de conocimientos, revelaciones y palabras poderosas del Espíritu que el corazón de quienes la lean con amor, fe y esperanza estoy muy seguro les quiere estallar de gozo, como a mí en este momento el Espíritu me ha concedido esta dicha, gracia y oportunidad de leerlo. El hermano en Cristo que escribe confiesa que le causa mucho gozo este mensaje porque alimenta su alma, su espíritu y le da energía espiritual para seguir adelante y no flaquear en la misión de informar lo más posible, antes de que su tiempo se agote.
Pero dejemos ya esto y vayamos al grano:
1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
El amor es la prueba irrefutable de nuestra fe. Si confesamos que Jesucristo es el Cristo de Dios, entonces somos hijos amados. Creyéndolo y viviéndolo es como agradamos al Padre, fuera de toda religiosidad, moralidad, parafernalia o costumbre hipócrita. Más claro ni el agua.
2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
No basta con creerlo y confesarlo, sino que, además, hay que refrendarlo con congruencia: es decir, practicar la obediencia. Si a través de Cristo amamos al Padre y Él en consecuencia nos hace hijos Suyos, entonces hay que obedecer Sus mandamientos, los cuales son: temed a Dios; y a él oíd. Todo humano nacido de mujer ha obedecido en mayor o menor medida a sus padres -me refiero a quien los ha tenido y mantenido como tales-; nosotros en lo espiritual debemos aspirar a la mayor medida.
3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
Si el amor se expresa en la práctica con la obediencia ¿por qué serle rebeldes? ¿por qué cuestionar al Dios Vivo? ¿Por qué desoír el mensaje de nuestro Señor Jesucristo? Solamente dos mandamientos tenemos actualmente de la Deidad (pues la ley no está incluida aquí al ser ya cumplida totalmente por Cristo) y no son pesados. Temerle a Él (o sea, nunca olvidar Él es el Creador, Proveedor y Padre de toda misericordia y bondad profesando con respeto, admiración y fervor nuestra lealtad y total confianza a Él) oír a todo lo que tenga qué decir nuestro Señor Jesucristo. En pocas palabras, quien diga “yo amo a Dios” esto y solamente esto quiero saber de tal persona -no como quien juzga, sino como quien tiene la autoridad del Espíritu de preguntar para hallar verdad-: ¿temes tú a Dios, no solo de palabras, sino de hechos? ¿te privas de hallar gozo en la maldad? ¿aborreces el placer de practicar el pecado y la iniquidad? Y, sobre todo: ¿confiesas que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿lo crees? ¿lo demuestras y defiendes esta verdad sobre quien sea y por sobre lo que sea? ¿oyes las palabras de Jesucristo? ¿las entiendes? ¿las obedeces en mayor o menor medida o al menos procuras hacerlo con sinceridad? Finalmente: ¿te parece pesado realizar esto?
4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
De manera que hermanos, no podemos engañarnos a estas alturas del partido. No podemos decir que amamos a Dios si nos contradecimos. Quien diga y no haga, el tal es mentiroso y niega la verdad de estas palabras escritas. Incluso pueden preguntarme: ¿por qué la especial y nada oculta dureza de las palabras anteriores? ¿cuál es su fin? Porque solo así se detectan a los mentirosos y a los infiltrados. Quien solo esté dentro de las congregaciones para hurtar, matar y destruir no podrá contestar a esas preguntas sin ofenderse o incomodarse al extremo. Por eso por el Espíritu dije: “para hallar verdad”. Si al comprar cosas consumibles, destructibles y finitas me pongo muy cauteloso y pruebo la veracidad de los dichos mercadológicos, promesas de beneficios y especificaciones dadas ¿por qué no habría de hacer lo mismo para las cuestiones del Espíritu? Y con fe cierta en Jesucristo, será un examen de gozo. Quien realmente sea de Cristo experimentará un celo por él y defenderá esta verdad ante mis cuestionamientos. Me dirá: “¿Qué va de ti hermano? Si somos de un mismo hablar” y demostrará con hechos y no solo palabras la verdad. Las obras del mundo no pueden permanecer ante Dios. Y la fe en Jesucristo demuestra el amor de Dios y ahora el “yo amo a Dios y creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” se contesta con un “amén, yo también, gracias a Jesucristo nuestro Señor” y el otro cierra con un gozoso y firme “amén, hermano”.
5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Por esto no debemos sentirnos inseguros, incómodos o reacios cuando conozcamos hermanos nuevos queramos saber en qué espíritu andan -si el Espíritu Santo o cualquier otro espíritu, como de religiosidad, idolatría, engaño, ignorancia, contienda, etcétera-. Es justo y necesario. Confesando sin temor y sin pena que Jesucristo es el Hijo de Dios vencemos al mundo. Por principio, porque es como si encendemos la antorcha y se ilumina el entorno en el que estamos; segundo, porque anunciamos estamos vivos; tercero, porque damos testimonio de la verdad a nuestros oyentes y cuarto, porque demostramos ante el mundo nuestro amor por Dios es genuino.
Esto es vencer al mundo: no tener miedo de confesar somos nacidos de Dios, que amamos a Dios obedeciendo y confesando a Su Hijo como nuestro Señor, Salvador y Maestro.
Esto es vencer al mundo: ganar al proclamar esta verdad de Dios para testimonio o notificación de todo oyente.
Esto es vencer al mundo: Demostrar con hechos somos nacidos de Dios. Existimos y no puede ser ocultado. Hacer manifiesta la orfandad de quienes al día de hoy no quieren morir a este aciago estado para renacer como hijos espirituales, aunque convencer a tantos como sea posible la puerta sigue abierta.
Dejo como evidencia escritural lo hallado en 1a Juan 5:1-5. La paz, el amor y la gracia del Señor Jesucristo es en todos ustedes amados hermanos, amén.
1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. 3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
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