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… Y ella les servía.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 18 oct
  • 2 Min. de lectura

Amados hermanos nuestros: que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.

En la muy corta cita del día de hoy: Marcos 1:29-31 que dice así:

29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. 30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. 31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.

El Señor, Dios y Padre, a través de Su Espíritu Santo, nos enseña la verdadera actitud de agradecimiento a Él, cuando nos veamos beneficiados por Su Gracia en cualquier forma.

Primeramente, creer que Jesucristo es Su Hijo, Enviado por Él, confiar en su palabra y promesas, obedecer a sus mandamientos y dar testimonio de él. Luego, servirle prontamente en todo y sin reserva alguna.

Describe el texto que la suegra de Pedro fue recibida por nuestro Señor Jesucristo estando postrada, enferma y con fiebre. Este es el nivel que todos tenemos ante nuestro Padre: postrados, enfermos y con fiebre. No hay justo ni aun uno y los enfermos tienen necesidad del médico, así que zapatero a tus zapatos de manera que al que llama se le atenderá y el que busca, encuentra.

De cualquier forma, las misericordias de nuestro Dios y nuestro Señor Jesucristo se renuevan a cada día. Por tanto, siempre hay una muestra de amor y gratitud de parte de la Deidad esperando por nosotros tan pronto abrimos los ojos cada siguiente día al despertar.

¿Y cómo contribuir a este amoroso otorgamiento de dichas?

Levantándonos tan pronto seamos restablecidos en algo y sirvamos diligentemente a nuestro Señor de la manera que el Espíritu Santo nos revele. Es lo menos que podemos hacer y es lo que nos toca -de hecho- hacer. Hacer el bien al hermano, al familiar y al prójimo antes que parafernalias es lo conducente y bueno delante de Dios.

De esto se complace muchísimo más nuestro Padre que las parafernalias mundanas y religiosas.

Nuestro Señor Jesús, al saber de nosotros, nos ayudó y curó sin reparos. ¿Por qué menoscabar su amorosa petición de servir al hermano como si fuera él mismo?

Benditos de Dios de Cristo: nunca dudemos al pedir revelación sobre cómo servir siempre que seamos librados de toda enfermedad, valle de sombra, prueba o disciplina e imitar el ejemplo de la suegra de nuestro amado hermano Pedro. Haciendo lo que ella hizo, atesoramos riquezas espirituales, por el amor y fe invertidos en ello.

Que la paz, gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados lectores, amén.

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